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martes, 25 de octubre de 2011

XVII REUNIÓN AMERICANA DE GENEALOGÍA

Y

VII CONGRESO IBEROAMERICANO DE LAS CIENCIAS GENEALÓGICA Y HERÁLDICA

QUITO-ECUADOR

DEL PAÍS DE LA CANELA A LA CIUDAD DE BARCO.

LA DESCENDENCIA DE ANDRÉS DE HERRERA EN EL TUCUMÁN

Marcelo Gershani Oviedo
Palabras iniciales

Esta comunicación se desprende de una investigación mayor que estamos realizando sobre la descendencia del conquistador Andrés de Herrera en el Tucumán colonial.
Es intención de este trabajo mostrar el derrotero histórico-biográfico de Andrés de Herrera desde su llegada a América hasta su instalación en el Tucumán.
Sabemos que se encontraba en el Perú hacia 1536, donde conoció al conquistador Francisco de Aguirre, con quien volverá a encontrarse en el Tucumán casi dos décadas después, en ocasión de los conflictos suscitados entre Aguirre y el fundador de la ciudad de Barco, Juan Núñez de Prado.
Andrés de Herrera participó de la expedición al País de la Canela, liderada por Gonzalo Pizarro en 1541, mientras era gobernador de Quito. Pocos años después, "en las rebeliones del Pirú", el mismo Herrera "prestó a Su Majestad veinte mil pesos en la Ciudad de Quito". En 1550 fue vecino fundador de la ciudad de Barco, en el Tucumán, a la que tres años después Francisco de Aguirre rebautizaría con el nombre de Santiago del Estero.
Andrés de Herrera tuvo un hijo homónimo, nacido en América por 1548. Este último fue padre, a su vez, de García de Herrera, nacido en Santiago del Estero y vecino encomendero de esa ciudad en 1608. De él proviene la familia Herrera, a la que Alejandro Moyano Aliaga caracteriza como una de las más antiguas con descendencia hasta hoy en la República Argentina[1]. En esa descendencia, que se vinculó con la de fundadores de ciudades del Tucumán encontramos eclesiásticos, religiosas, gobernadores, magistrados, diplomáticos, empresarios, legisladores, educadores, y hasta un presidente de la Nación.

Del País de la Canela…
En un padrón levantado en Santiago del Estero en 1608, un vecino encomendero de esta ciudad tucumanense, García de Herrera, declaró que su abuelo Andrés de Herrera fue uno de los primeros descubridores de La Canela.[2]
Esta expedición fue liderada por Gonzalo Pizarro en 1541, mientras era gobernador de la ciudad de Quito. Dicha especia, la canela, era una planta perfumada que se empleaba en la composición de las ofrendas, para fines terapéuticos y para saborizar ciertos alimentos. Se decía que la canela se extendía por los bosques orientales, más allá de la cordillera de los volcanes y bajo el ecuador, latitud propicia al cultivo de las especias. Quizás resulte difícil comprender la importancia que se le atribuía a la canela en aquel momento, pero hay que tener en cuenta que las especias, motivo del primer viaje atlántico, habían conservado su atractivo, sobre todo desde que la explotación de las Molucas había sido dejada a los portugueses. Es por ello que Pizarro y sus contemporáneos consideraban a la canela "como un artículo de valor casi tan inapreciable como el oro".[3] Gonzalo Pizarro pudo reclutar para la expedición entre 280 y 340 españoles y a varios miles de indios, que debían llevar las armas y las provisiones. Por fin, la columna se puso en marcha en febrero de 1541 y, luego de varios meses de travesía, descubrieron que los árboles de canela estaban dispersos en terreno inundado y que la explotación de los mismos presentaba obstáculos insuperables. Además de sufrir lluvias torrenciales constantes, el hambre comenzó a atacarlos y costó la vida de muchos españoles e indios. Así, exploraron diversas provincias pero sin hallar más que tierras pobres, estériles y de pocos habitantes.
Para su regreso a Quito a principios de junio de 1542, Gonzalo no sólo había incrementado su experiencia en el mando, sino también había ganado el apoyo de un séquito personal lo cual, en su conjunto, le permitía convertirse en un hombre poderoso. A pesar de que la expedición no resultó ser lo que Gonzalo y su gente esperaban, y de haber desperdiciado en la misma dos años y medio, puede decirse que marcó un momento clave en su carrera y le permitió consolidar su posición de mando. Finalmente, regresaron a Quito 80 sobrevivientes hambrientos, desnudos y con las manos vacías.[4] Entre ellos estaba Andrés de Herrera, genearca en el Tucumán de la familia que estudiamos.

El genearca del linaje en el Tucumán
Andrés de Herrera había nacido en España alrededor del año 1490, según se infiere de declaraciones del propio Herrera con respecto a su edad.[5] No tenemos certeza sobre la fecha en que se estableció en América, aunque sabemos que ya se encontraba en el Nuevo Mundo para 1536. Tampoco tenemos noticias sobre su filiación. Al respecto, solamente contamos con una información que nos fue enviada desde el Archivo General de Indias, que dice que el único Andrés de Herrera que registra su base de datos antes de 1536 pasó a Indias el 10 de febrero de 1517. Era vecino de Adrados, Tierra de Cuéllar, y en lo que se refiere a su filiación, sólo consta que era hijo de María Sánchez de la Herrera.[6] No podemos avanzar más en este punto.
Sobre su actuación pública, sabemos que pocos años después de la fallida expedición a La Canela, “en las rebeliones del Pirú”, Andrés de Herrera “prestó a Su Majestad veinte mil pesos en la Ciudad de Quito, con que suplió la paga a los soldados, e hizo otros muchos servicios calificados a Su Majestad”. Fue “conquistador… de las provincias del Perú, y siguió el campo de Su Majestad contra los rebelados, con mucha costa de su persona y hacienda”.[7]
Este testimonio, escrito por su nieto García de Herrera en 1608, demuestra que, al momento de las guerras civiles en el Perú, a mediados del siglo XVI, Andrés de Herrera ya había abandonado las huestes de Gonzalo Pizarro, pasándose al bando real, como tantos otros. Además, se evidencia la solvencia económica de Herrera. Pero la situación no era fácil: en España se habían promulgado, en 1542, las Leyes Nuevas de Indias, en las que se restringían los privilegios de los conquistadores. Entonces, los encomenderos españoles, descontentos con estas medidas, se agruparon en torno a Gonzalo Pizarro y lo proclamaron gobernador del Perú. Convertido en jefe de las fuerzas contrarias al rey, Pizarro luchó contra el virrey Blasco Núñez de Vela, al que venció y dio muerte en la batalla de Añaquito en 1546. El sucesor de Núñez de Vela en el gobierno del Perú, licenciado Pedro de la Gasca, fue derrotado en Huarina un año más tarde, pero, con la promesa del perdón real para todos los implicados en la lucha, muchos partidarios de Gonzalo Pizarro lo abandonaron. Es muy probable que sea este el momento en que Andrés de Herrera pasó a formar parte de las fuerzas reales. La Gasca consiguió finalmente derrotar y capturar a Pizarro en Jaquijaguana, en 1548. Al respecto, dice Narciso Binayán Carmona que esa victoria dejó en una difícil situación al vencedor, puesto que había más de mil conquistadores que pretendían las escasas 150 encomiendas que existían para el reparto.

…a la Ciudad de Barco
Fue entonces cuando el virrey autorizó múltiples "entradas", es decir, expediciones de exploración y/o conquista. La que interesa en este punto es la que fue dada a Juan Núñez de Prado el 19 de junio de 1549. De manera poco clara, se le encomendó la conquista de "una provincia que se dice Tucumán… para que fuese a poblar un pueblo en aquella provincia". Núñez de Prado logró reunir un contingente de ochenta y cuatro hombres y partió de La Plata (hoy Sucre, Bolivia), haciendo escala en Potosí. En 1550 fundó la ciudad de Barco, nombrada así en honor a la ciudad natal de La Gasca.[8] Agrega Armando Raúl Bazán que Núñez de Prado trajo "soldados fogueados en la guerra contra el rebelde Gonzalo Pizarro a quienes se estimó prudente erradicar del Perú para evitar nuevos alborotos" (1995:19). Uno de esos "soldados fogueados" era Andrés de Herrera.
Queda claro que Andrés de Herrera, fundador del linaje, se establece en el Tucumán a mediados del siglo XVI, por los años 1549-1550. Escribe Miguel Martínez Gálvez[9] que "la tradición familiar reconoce por tronco al conquistador Andrés de Herrera, que llegó al Tucumán con la expedición de Núñez de Prado".
Establecido entonces en el Tucumán y siendo vecino de la ciudad de Santiago del Estero, Herrera aparece en 1556, como testigo de la probanza de méritos y servicios del capitán Francisco de Aguirre, que tres años antes había rebautizado Barco con el nombre de Santiago del Estero[10]. Por ese testimonio de Herrera sabemos que había conocido a Francisco de Aguirre dos décadas atrás y a Juan Núñez de Prado hacía ocho años.
Andrés de Herrera no permanecerá ajeno a los conflictos que se suscitaron entre éstos últimos, por la jurisdicción (peruana o chilena) a la que pertenecía la ciudad de Barco. Declara Herrera en 1556 que Núñez de Prado era “hombre mal acondicionado y cruel e le vio hacer crueldades en que mató a tres españoles”[11] y que sin tener motivo, Núñez de Prado “le prendió y atormentó malamente y le tuvo en términos de matarlo”[12] a Andrés de Herrera.
En cambio, cuando se refiere a Francisco de Aguirre, Herrera declara que el gobernador tiene gran ascendiente sobre españoles e indios, y que “es muy buen cristiano temeroso de Dios y celoso del servicio de Su Majestad”.[13]
No conocemos si Andrés de Herrera contrajo matrimonio[14], pero de lo que sí hay certeza es que fue padre de otro Andrés de Herrera, que había nacido en América por 1548.[15] En la expedición de Juan Núñez de Prado se encontraba un niño de unos tres años llamado Andrés de Herrera, hijo del fundador del linaje[16], de lo que se deduce que el segundo Andrés de Herrera no era nacido en el Tucumán, sino en otro punto de América, quizás el Perú o Quito.
Era vecino de Santiago del Estero y estuvo presente, siendo muy joven, en la fundación de Córdoba en 1573, acompañando a don Jerónimo Luis de Cabrera. El segundo Andrés de Herrera no se avecindó en la recién fundada ciudad de Córdoba, donde no recibió merced de tierra ni cargo público alguno.[17] El 25 de julio de 1581 se efectúa el reclutamiento en la ciudad de Santiago del Estero, de voluntarios para la campaña de fundación de la ciudad de San Felipe de Lerma (Salta). Se presentó Andrés de Herrera, que era vecino, ofreciendo “sus armas y caballos, a su costa y minción”. El 20 de enero de 1582, Herrera declara que llevará a la jornada para la fundación de Salta “dos caballos de guerra (uno armado); dos caballos de carga; una cota, celada, adarga, lanza, y las armas de un caballo”. Llegado el contingente fundacional a la ciudad de Nuestra Señora de Talavera de Esteco, el 4 de marzo de 1582, el gobernador Lerma mandó hacer reseña y alarde de la gente de armas y del aviamiento que tenían para la jornada de Salta. Andrés de Herrera agregó a los que ya traía, los siguientes efectos: “diez y siete caballos de carga y ciento cuarenta cabezas de ganado diverso” (Lima González Bonorino, 1994). Resulta interesante la cantidad de ganado que Andrés de Herrera aportó para la fundación de Salta, sobre todo si se tiene en cuenta lo entregado por otros vecinos destacados, tanto de Córdoba como de Santiago del Estero, para esta misma gesta. Tristán de Tejeda colaboró con seis caballos, mientras que Ruy Díaz de Guzmán solamente lo hizo con uno.
En 1586 declara como testigo en una petición presentada ante el cabildo de Santiago del Estero por el gobernador del Tucumán Juan Ramírez de Velasco. Tenía 38 años “poco más o menos”[18], por lo que habría nacido alrededor de 1548, como hemos manifestado anteriormente.
Se puede inferir que Andrés de Herrera (II) poseía una situación económica holgada, derivada probablemente de su condición de vecino encomendero de Santiago del Estero.[19] Se le había otorgado en primera vida los pueblos indios de Telingo y Libapa[20], encomienda concedida seguramente en mérito a los servicios prestados en la fundación de las ciudades de Córdoba y Salta.
Según lo declara su propio hijo García en el año 1608, Andrés de Herrera (II) fue "...primero conquistador, descubridor y poblador de estas provincias de Tucumán y de todas las ciudades de ella"[21]. El mismo García de Herrera agrega que su padre era maestre de campo "de las provincias del Paraguay y conquistador que fue de las provincias del Pirú", donde "siguió el campo de Su Majestad contra los rebelados con mucha costa de su persona y hacienda". Es posible que en este testimonio García de Herrera confunda la actuación de su padre con la de su abuelo. Si Andrés de Herrera (el II de este nombre) nació por 1548, no hay posibilidad de que haya participado en las guerras civiles del Perú, que finalizaron, precisamente, en el mismo año de su nacimiento.
No se conoce el nombre de su esposa, pero sí es sabido que tuvo un hijo legítimo, el ya mencionado García de Herrera, nacido por 1578 en Santiago del Estero, de donde era vecino en 1608, gozando en segunda vida la encomienda de los pueblos de indios citados. Resulta curioso que el propio García no mencione el nombre de su madre en la memoria escrita que presenta para la confección del padrón; y es llamativo el cuidado que tiene de nombrar a Andrés de Herrera como su "padre legítimo". Podemos inferir que Andrés de Herrera (II) contrajo matrimonio con una señora de inferior condición social, y por este motivo su hijo no la menciona.
García había casado con doña Rafaela de Antoñano, nacida por 1583 en la villa de Alcalá de Henares, en los reinos de España, y probablemente era hija de Diego Pérez de Alarcón y de Juana Bautista de Antoñano.[22]
Luego de este enlace, un elemento simbólico se incorporó a la descendencia del linaje: el tratamiento honorífico de don y doña, que hasta ese momento no habían tenido los Herrera.
De este matrimonio habían nacido, hasta 1608, tres hijos: una mujer, nacida por 1600[23], y dos varones, uno nacido en 1603 y otro en 1608.[24] Uno de estos varones, posiblemente el mayor, será el capitán Gerónimo de Herrera, fundador de la familia en el Valle de Catamarca, también perteneciente a la gobernación del Tucumán.

La descendencia de Andrés de Herrera en Catamarca del Tucumán
El Padre Larrouy dice que "la familia Herrera es una de las cinco o seis familias más antiguas del Valle y de la provincia de Catamarca, ya que su fundador, Gerónimo de Herrera, estaba ya establecido en Las Chacras en el año 1642...". Agrega que desconoce la naturaleza del capitán Gerónimo de Herrera, aunque manifiesta que "acaso perteneciera a la primitiva familia Herrera de Santiago del Estero...", ya que varias familias catamarqueñas fueron oriundas de esa ciudad[25].
La cronología, la onomástica y la geografía brindan información que nos permiten suponer que uno de los tres hijos de García de Herrera y de doña Rafaela de Antoñano fue el genearca de esta familia en tierra catamarqueña. Se trata del capitán Gerónimo de Herrera, quien antes de 1639 contrajo matrimonio con Ana Páez de Cartagena, que ya era viuda de Pedro de Burgos. Gaspar Guzmán afirma que pocos años después de 1627 llega como Administrador del Valle el capitán Gerónimo de Herrera, y se avecina y arraiga "...y donde origina con su estirpe, la proficua e importante familia de los Herrera y Cartagena de Catamarca..." (1985:262). El padre Larrouy anota que en 1642 la "familia expectable" de Gerónimo de Herrera ya se encuentra establecida en el Valle, junto a los Salazar, Acuña, Medina, Maidana, Pérez de Hoyos. Junto con Herrera, compran tierras en el Valle las familias de Alonso Doncel de Amaya, Luis Jaimes de Flandes, Blas de Burgos, Francisco de Tapia y Francisco de Agüero, natural de Esteco, y cuya sangre se vinculará más tarde con la de Gerónimo de Herrera.
Antes de junio de 1653, el capitán Gerónimo de Herrera recibió del gobernador Gutierre de Acosta y Padilla la encomienda del pueblo de Pipanaco.[26] No conozco cuáles fueron los méritos de Herrera para acceder a esta encomienda, pero es probable que se haya visto beneficiado por los servicios prestados a la Corona por su abuelo y bisabuelo.
Con respecto a la filiación de Ana Páez de Cartagena, esposa del capitán Gerónimo de Herrera, no se ha encontrado ninguna documentación que mencione el nombre de sus padres, pero de acuerdo al testamento del importante encomendero Pedro de Maidana, abuelo materno de Ana, se puede asegurar que es hija de María Magdalena de Cabrera[27], hija a su vez del citado Pedro y de Blasia de Cabrera. El padre de Ana se llamó Antonio Páez de Cartagena.[28] Ana Páez de Cartagena era nieta, como queda claro, de Pedro de Maidana.[29] El casamiento del capitán Gerónimo de Herrera con la nieta de Maidana, determinó su establecimiento en el valle de Catamarca.
Se conocen cuatro hijos varones y dos mujeres del matrimonio fundador de la familia en tierra catamarqueña. De los cuatro varones, tres contrajeron matrimonio (el restante era sacerdote). De los tres varones casados (Pedro, Martín García y Gerónimo), Pedro no tuvo descendencia legítima de su matrimonio con doña Elvira Manrique de Lara. Por lo tanto, quienes perpetuaron el apellido fueron los capitanes Martín García de Herrera y Gerónimo de Herrera. Las dos hijas de los Herrera y Cartagena contrajeron matrimonio y también tuvieron sucesión. Desde el establecimiento de la familia en tierra catamarqueña, se produjeron enlaces matrimoniales con miembros de significativas familias de la sociedad colonial catamarqueña.

Estrategias familiares en el linaje Herrera
La nobleza de mérito reemplaza, de alguna manera, a la nobleza de sangre en esta región. La nobleza de mérito tiene su origen en los hechos y servicios prestados por los primeros conquistadores y descubridores locales. Debido a la existencia del principio de igualdad de los cónyuges, la descendencia de un matrimonio compartía los méritos de las ascendencias paterna y materna. No hay que olvidar que "el capital simbólico que denota la 'marca' de un apellido es acumulativo a la largo de las generaciones". Esta es la razón por la que cada individuo desplegaba la ascendencia de su padre y de su madre a la hora de lograr algún beneficio de tipo económico y para ganar un lugar de prestigio dentro de la sociedad.[30]
Es sabido que durante los siglos XVI y XVII, y hasta bien entrado el siguiente, el endonamiento, vinculado al nombre de los varones, fue la señal más clara que proclamaba la hidalguía de ciertas familias. Se ha podido establecer que en el Tucumán comenzaron a emplear este tratamiento, aparte de las altas dignidades eclesiásticas, de los caciques e indios reputados nobles, y de los españoles que ya lo habían traído, "los hijos de ciertos conquistadores y caballeros principales, y algunos descendientes por línea materna de quienes así se nombraban" (Luque Colombres, 1948:18-19).
Podemos ver que doña Bárbara de Burgos, hija del primer matrimonio de la genearca de la familia, menciona a sus padres, en su testamento, como Pedro de Burgos y Ana Páez de Cartagena, a secas, sin endonarlos, aunque he encontrado otras menciones documentales donde la misma Ana Páez de Cartagena recibe el tratamiento de doña, pero no de sus contemporáneos, por lo que no deja de ser sugestivo que su propia hija ignore este tratamiento, siendo que no olvida de atribuírselo a ella misma. No hay dudas, entonces, que el tratamiento de don que llevaron las hijas y nietos de los fundadores de la familia, no lo reciben de la familia de Ana Páez de Cartagena, ni tampoco de la de Pedro de Maidana, sino de doña Rafaela de Antoñano, a la que tenemos por madre del capitán Gerónimo de Herrera. En la documentación de la época, el capitán Gerónimo de Herrera no recibía el tratamiento de don, ni tampoco sus hijos varones, aunque las mujeres sí aparecen con ese tratamiento. Sucede que la madre y hermana de Gerónimo de Herrera, doña Rafaela de Antoñano y doña Petronila de Herrera, sí recibían el tratamiento de doñas, y seguramente por esta razón heredaron dicho tratamiento las hijas mujeres de Gerónimo de Herrera y de Ana Páez de Cartagena.
Cuando el capitán Gerónimo de Herrera contrae matrimonio con Ana Páez de Cartagena, ésta ya era viuda de Pedro de Burgos, con quien tuvo hijos. Pero lo significativo para el futuro de la familia Herrera es el hecho de que Ana era nieta, por línea materna, de Pedro de Maidana. Pocas noticias tenemos sobre él. Su nombre figura entre los fundadores de La Rioja y en su testamento se nombra como "conquistador, vecino feudatario de esta ciudad de Todos Santos de la Nueva Rioja". Pedro de Maidana era encomendero de Motimogasta desde 1591 y en 1608 obtuvo una merced en Valle Viejo.
En su testamento, Maidana nombra como una de sus herederas legítimas a Ana Páez de Cartagena.[31] Conociendo estos datos, resulta factible que el casamiento del "santiagueño" Herrera con la nieta "catamarqueña" de Maidana haya sido el acontecimiento que determinó el afincamiento del matrimonio y de su posteridad en tierra catamarqueña, debido a que es aquí donde se encontraba el mayor volumen de los bienes de Ana y de su familia. Todas las razones antes expuestas, sirven para tener una idea amplia del grupo familiar al que se incorpora el capitán Gerónimo de Herrera cuando contrae matrimonio.
La razón imperiosa del volumen de los bienes y el sentido de pertenencia a una familia y a una región, fueron motivos más que válidos para que los hijos del capitán Gerónimo de Herrera, usaran el apellido materno junto al paterno. El hecho de que no llevaran el apellido Páez y sí el Cartagena tiene una explicación lógica si no se olvida que en pleno período colonial, y mucho más en el siglo XVII, era común que los hijos llevaran el apellido de alguno de sus antepasados.

La familia extensa y las alianzas matrimoniales
Dentro del espectro de grupos familiares significativos, el capitán Gerónimo de Herrera pertenece al grupo reducido de genearcas de la sociedad catamarqueña colonial, con descendencia en la actualidad. Arribamos a esta conclusión luego de haber realizado un exhaustivo estudio de la descendencia del capitán mencionado y del entronque del linaje con miembros de otras familias importantes. A manera de ejemplo digamos que las familias Cubas y Sosa y León tienen su origen en señoras descendientes de los Herrera; asimismo interesa agregar que generosas ramas de linajes coloniales de relevancia, como los Nieva y Castilla, Carrizo de Andrada y Soria Medrano, entre otros, presentan sus entronques correspondientes con miembros de la familia Herrera, por lo que la sangre de la familia, aunque no el apellido, se transmite en gran parte de la sociedad actual.
Los hijos del matrimonio del capitán Gerónimo de Herrera con Ana Páez de Cartagena serán, hasta donde conocemos, cuatro varones y dos mujeres. De los cuatro varones, solamente uno no contraerá matrimonio: el maestro Nicolás de Herrera y Cartagena, consagrado a la carrera eclesiástica, con importante actividad en los campos político y económico. Los tres varones restantes se vincularon, por matrimonio, con antiguos linajes de gran significación en la región:
Martín García de Herrera (y Cartagena) fue casado con doña Juana Carrizo de Andrada, sobrina carnal e hija adoptiva del capitán Laurencio Carrizo de Andrada, cabildante de 1683, miembro del linaje que tiene como genearca al gobernador del Tucumán Nicolás Carrizo. En este punto, consideramos posible que Nicolás Carrizo y Andrés de Herrera, fundador del linaje y tatarabuelo de Martín García, hayan sido compañeros de ruta en aquellos días de guerras civiles en el Perú y en el camino al Tucumán.
Pedro de Herrera y Cartagena se desposó con doña Elvira Manrique de Lara, hija del sargento mayor Antonio Luis de Cabrera y de doña Valeriana Duarte de Meneses. En doña Elvira confluía las sangres de varios grupos familiares de significación: era sobrina bisnieta del fundador de Córdoba, don Jerónimo Luis de Cabrera, y tataranieta de Diego de Villarroel, fundador de Tucumán.
El último de los varones es Gerónimo de Herrera, segundo de su nombre, que contrajo matrimonio en dos oportunidades. Primero lo hizo con doña María de Soria Medrano y luego con doña María Juliana Ibáñez del Castrillo. Con estos enlaces la sangre de los Herrera se vincula a antiguas familias de gravitación en lo que hoy es la República Argentina.
En cuanto a las hijas de los Herrera y Cartagena, debemos decir que las dos aportaron a la familia estrechas vinculaciones con importantes grupos familiares: doña Rafaela de Herrera y Cartagena fue casada con el sargento mayor Sebastián de Nieva y Castilla, y doña Francisca de Herrera y Cartagena, la última de las hijas, casó en dos oportunidades: 1) con el capitán Martín de Velázquez y 2) con el maestre de campo Ignacio de Agüero.
En la primera generación de la familia en tierra catamarqueña, la estrategia utilizada por los hijos del matrimonio fundador es el matrimonio exogámico. A través de los casamientos, se vinculan con importantes linajes de la región, lo que consolida la posición social de esta familia en tierra catamarqueña.
En la segunda y tercera generación, la familia se repliega sobre sí misma. Los matrimonios endogámicos son cada vez más frecuentes. Los nietos y bisnietos del matrimonio fundador contraen matrimonio con parientes, lo cual era común entre familias de elite en una ciudad con escasa población española o criolla.

A manera de conclusión
La familia Herrera está considerada como una de las más antiguas de la sociedad argentina, como lo hemos manifestado. Su radicación en la primera mitad del siglo XVI en el continente americano la posiciona entre los grupos familiares que han perdurado hasta el presente con descendencia masculina. Hemos afirmado que el linaje Herrera que estudiamos tiene por genearca en el Tucumán, a mediados del siglo XVI, a Andrés de Herrera; éste, nacido en España hacia 1490, pasa a las Indias Occidentales hacia la tercera década del siglo XVI, donde realizará un largo derrotero en lo geográfico. Los actuales Perú, Ecuador y Argentina, serán espacios donde participará en acontecimientos decisivos; las guerras civiles, descubrimiento de nuevos territorios, fundación de ciudades y colonización de las tierras conquistadas.
Se encontraba en el Perú hacia 1536, donde conoció al conquistador Francisco de Aguirre, con quien volverá a encontrarse en el Tucumán casi dos décadas después. Su participación en la expedición al País de la Canela, queda acreditada por el testimonio de su nieto García, brindado en 1608 en la ciudad de Santiago del Estero.
Su rol en las huestes reales, expediciones de conquista y fundación de nuevas urbes en tierras inhóspitas (ciudades de Barco, Córdoba de la Nueva Andalucía, San Felipe en el Valle de Lerma), muchas veces a su costa y minción, hará que la Corona lo premie con encomiendas de indios. Se radicará en la antigua gobernación del Tucumán, en su ciudad cabecera, Barco-Santiago del Estero, donde procreará a la segunda generación destinada a extender su apellido, sangre y prestigio.
En la primera mitad del siglo XVII, los Herrera se establecen en Catamarca, por el casamiento del capitán Gerónimo de Herrera con Ana Páez de Cartagena. De los seis hijos del matrimonio, solamente cuatro perpetuarán el apellido y la sangre de los Herrera y Cartagena.
Los matrimonios exogámicos constituyeron, en la primera generación, una estrategia de consolidación del linaje en tierra catamarqueña. El propio fundador de la familia se vincula, por casamiento, con la descendencia del poderoso encomendero Pedro de Maidana, vecino fundador de La Rioja. Los hijos de los Herrera y Cartagena acrecentaron el capital simbólico de su familia a través de sus enlaces con los Carrizo de Andrada, Soria Medrano, Ibáñez del Castrillo, Agüero, Nieva y Castilla, entre otros. En la segunda y tercera generación la familia se repliega sobre sí misma y los matrimonios endogámicos se imponen como estrategia. Los nietos y bisnietos del matrimonio fundador contraen matrimonio con parientes, lo cual era común entre familias de elite en una ciudad con escasa población española o criolla.
La familia Herrera, fundada en el siglo XVI en el continente americano y establecida en la primera mitad del XVII en el territorio catamarqueño, presenta características comunes a los grupos familiares de elite, estudiados previamente en otros puntos de Latinoamérica.
De esta manera, los miembros del linaje Herrera tendrán activa participación en la vida religiosa, política, económica, social y cultural de Catamarca y Argentina, durante el transcurso de los siglos XVII a XIX. Algunos de ellos accederán a la primera magistratura, entre los cuales sobresalen las figuras de Nicolás de Avellaneda y Tula (nieto de una Herrera), del general Octaviano Navarro (hijo de una Herrera) y del doctor Julio Herrera González, todos ellos gobernadores de la provincia de Catamarca en el transcurso del siglo XIX. El presidente de la Nación Argentina, Nicolás Avellaneda, era tataranieto de dos señoras Herrera y Quiroga, ambas hijas del maestre de campo Pedro de Herrera Ibáñez.


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[1] Comunicación personal al autor (2002).
[2] Pérez Sáez, Vicente Juan y María Fanny O. de Pérez Sáez, El Español de la Argentina. Documentos para su Historia (Noroeste). Volumen I, Universidad Nacional de Salta. Consejo de Investigación. Proyecto Nº 439, 1997.
[3] Bernand, C. y S. Gruzinski, Historia del Nuevo Mundo. Del Descubrimiento a la Conquista. La experiencia europea, 1492 - 1555, Fondo de Cultura Económica, México, 1996, p. 443.
[4] Lorandi, Ana María, Ni ley, ni rey, ni hombre virtuoso. Guerra y sociedad en el virreinato del Perú. Siglos XVI y XVII, Gedisa Editorial, Barcelona, 2002; Drigo, Ana Laura, La gran rebelión de Gonzalo Pizarro. Liderazgo y legitimidad (Perú Siglo XVI), Editorial Dunken, Buenos Aires, 2006.
[5] En 1556, Andrés de Herrera declara tener 66 años de edad. Levillier, Roberto: Gobernación del Tucumán. Probanzas de méritos y servicios de los conquistadores - Documentos del Archivo de Indias, Tomo I (1548 - 1583), Sucesores de Rivadeneyra (S.A.), Colección de Publicaciones Históricas del la Biblioteca del Congreso Argentino, Madrid, 1919.
[6] Información proporcionada al autor el 8 de octubre de 2001 por Da. Pilar Lázaro de la Escosura, Jefe del Departamento Referencias del Archivo General de Indias. Fuente: Sección Contratación, L.1. Fol. 462. Adrados se encuentra en la provincia de Segovia, Comunidad Autónoma de Castilla y León.
[7] Pérez Sáez, Vicente Juan y María Fanny O. de Pérez Sáez, El Español de la Argentina. Documentos para su Historia (Noroeste), ob. cit.
[8] Binayán Carmona, Narciso: Historia Genealógica Argentina, Emecé, Buenos Aires, 1999, pp. 36-37.
[9] Martínez Gálvez, Miguel, Orígenes y Linajes: Los Herrera de Catamarca, Revista El Hogar, Buenos Aires, 1943.
[10] Levillier, Roberto: Gobernación del Tucumán. Probanzas de méritos y servicios de los conquistadores - Documentos del Archivo de Indias, Tomo I (1548 - 1583), ob. cit.
[11] Levillier, Roberto: Gobernación del Tucumán. Probanzas de méritos y servicios de los conquistadores - Documentos del Archivo de Indias, Tomo I (1548 - 1583), ob. cit.
[12] Levillier, Roberto: Gobernación del Tucumán. Probanzas de méritos y servicios de los conquistadores - Documentos del Archivo de Indias, Tomo I (1548 - 1583), ob. cit.
[13] Levillier, Roberto: Gobernación del Tucumán. Probanzas de méritos y servicios de los conquistadores - Documentos del Archivo de Indias, Tomo I (1548 - 1583), ob. cit.
[14] Su nieto García de Herrera dice que Andrés fue "padre", a secas, de otro Andrés de Herrera, a quien menciona como su "padre legítimo".
[15] Moyano Aliaga, Alejandro, Los Fundadores de Córdoba: Su origen y radicación en el medio, en Estirpe, Revista de Genealogía, N°2, Córdoba, 1992.
[16] Larrouy, Antonio, Materiales para nuestra historia - La familia Herrera de Catamarca, Catamarca, 1916.
[17] Moyano Aliaga, Alejandro, Los Fundadores de Córdoba: Su origen y radicación en el medio, ob. cit.
[18] Levillier, Roberto, Gobernación del Tucumán. Papeles de gobernadores en el siglo XVI. Documentos del Archivo de Indias, Imprenta de Juan Pueyo, Madrid, 1920.
[19] Era vecino encomendero de Santiago del Estero en 1592. Larrouy, Antonio, Materiales para nuestra historia - La familia Herrera de Catamarca, ob. cit.
[20] Pérez Sáez, Vicente Juan y María Fanny O. de Pérez Sáez, El Español de la Argentina. Documentos para su Historia (Noroeste), ob. cit.
[21] Pérez Sáez, Vicente Juan y María Fanny O. de Pérez Sáez, El Español de la Argentina. Documentos para su Historia (Noroeste), ob. cit.
[22] Doucet, Gastón Gabriel: Vecinos, moradores, residentes y otros habitantes de tres ciudad tucumanenses en 1608, en Genealogía N°29, Revista del Instituto Argentino de Ciencias Genealógicas, Buenos Aires, 1998, p. 520.
[23] Esta hija podría ser Petronila de Herrera, cuyo testamento figuraba entre los papeles de su sobrino, el capitán Martín García de Herrera. No hemos podido ubicar dicho documento, que traería un poco más de luz sobre Andrés de Herrera, su esposa y sus hijos.
[24] Pérez Sáez, Vicente Juan y María Fanny O. de Pérez Sáez, El Español de la Argentina. Documentos para su Historia (Noroeste), ob. cit.
[25] Larrouy, Antonio, Materiales para nuestra historia - La familia Herrera de Catamarca, ob. cit.
[26] El primer encomendero del pueblo de Pipanaco fue Pedro de Tapia, que participó en 1607 en la fundación de la ciudad de San Juan Bautista de la Rivera. En 1644 era encomendero su hijo Francisco de Tapia, que fallece dejando vaco el feudo. Es entonces cuando el gobernador Acosta y Padilla lo encomendó al capitán Gerónimo de Herrera, "con pensión de entregarle fuerte suma de dinero" (Luque Colombres, Carlos, Repertorio de Documentos de Archivos cordobeses relativos a Catamarca (siglos XVII y XVIII), en Primer Congreso de Historia de Catamarca, Tomo III, Catamarca, 1966; Andrada de Bosch, Elsa, Los Pedraza, en Boletín del Centro de Estudios Genealógicos de Córdoba N°27, Córdoba, 1998).
[27] En 1630, María Magdalena de Cabrera ya estaba muerta, y vivía su segundo esposo, Gracián de Iriarte (Larrouy, Antonio, Documentos relativos a Nuestra Señora del Valle y a Catamarca, Tomo Primero (1591 - 1764), Compañía Sudamericana de Billetes de Banco, Buenos Aires, 1915).
[28] Carta del Dr. Prudencio Bustos Argañarás al autor, fechada en Córdoba, Argentina, 12 de febrero de 1998.
[29] Larrouy afirma que era hija de Pedro de Maidana (Larrouy, 1916), pero el testamento de Maidana y un documento vinculado a la capellanía de El Portezuelo confirman que Ana Páez de Cartagena era media hermana materna de Juana de Iriarte, hija de María Magdalena de Cabrera, que era hija de Pedro de Maidana, de lo que resulta que Ana Páez de Cartagena era nieta de Pedro de Maidana.
[30] Boixadós, Roxana, Notas y reflexiones sobre la genealogía de un conquistador del Tucumán: Juan Ramírez de Velasco, en El Tucumán colonial y Charcas, Tomo II, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, 1997, p. 206.
[31] Testamento de Pedro de Maidana, fechado el 15 de enero de 1630, pocos días antes de su muerte (Larrouy, 1915, ob. cit.).

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