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martes, 27 de julio de 2010

Los “Informes” del Padre Antonio Larrouy sobre archivos provinciales (1908-1921)*

BERDINI, Javier A.**
GERSHANI OVIEDO, Marcelo A.***


Introducción

Nos detendremos en este trabajo, en la figura del Presbítero Antonio Larrouy (1873-1935) de reconocida memoria en su labor historiográfica; pero además, figura prístina en la descripción y diagnóstico de archivos provinciales. Sus Informes sobre diversos archivos argentinos en la primera mitad del siglo XX han sido reputados como una acción pionera para la archivística de nuestro país.
En ellos se destaca la valorización del documento y de los archivos como patrimonio cultural e histórico y permiten comprender la necesidad de su custodia, organización y descripción.
Es intención, de la presente ponencia, además, rescatar la utilidad que poseen para cualquier trabajo de investigación las guías de archivos, de las que los Informes de Larrouy son un precedente.


Semblanza del Padre Antonio Larrouy

En 1941 escribió el Presbítero Ramón Rosa Olmos que “el nombre del Padre Larrouy está ligado no sólo a Catamarca, sino a todo el campo histórico argentino. Difícilmente se podrá escribir algo sobre nuestro pasado histórico, sin recurrir a sus colecciones documentales o a sus eruditas monografías”.
Había nacido en Francia en 1873 (Ossen, Altos Pirineos, cercano a Lourdes) y con 14 años ingresó en la Congregación de la Inmaculada Concepción, conocida con el nombre de padres lourdistas. Esta congregación fue requerida por el obispo de Salta, monseñor Padilla, para dirigir el seminario de Nuestra Señora del Valle; se enviaron en 1890 tres sacerdotes para hacerse cargo de la misión, acompañándoles diez estudiantes y dos coadjutores, entre los que se hallaba Larrouy.
Ordenado presbítero por monseñor Juan N. Terrero, obispo de La Plata, en 1899, residió un tiempo en Buenos Aires siendo docente en el colegio de Santa Felicitas. Luego de una breve estadía en Francia regresa a Catamarca en cuyo seminario ocupa la Vicedirección y la cátedra de historia; en 1918 ocupa la rectoría hasta 1922 cuando es trasladado definitivamente a su país de origen donde continúa con el magisterio hasta su muerte el 4 de abril de 1935, con 62 años de edad. (Molina, 1955)
En Andalgalá (Provincia de Catamarca, Argentina) conoció a Samuel Lafone Quevedo. La amistad que surgió a partir de ese encuentro fue determinante en su vida. Uno de sus biógrafos afirma que su vocación de historiador “le nació en el Fuerte de Andalgalá”; y estando en Europa manifestó que todo lo que sabía lo había aprendido gracias a “un sabio catamarqueño, Lafone Quevedo”.
En Buenos Aires colaboró con el Decano de la Facultad de Filosofía y Letras Dr. Matienzo, en la organización de la Sección de Historia y en la publicación de series documentales consagradas al virreinato del Río de la Plata (Molina, 1955). Su actividad de investigación, sus publicaciones y altura de historiador, le valieron ser designado Miembro de Número de la Junta de Historia y Numismática Americana en 1906, ocupando el sitial académico número 32(1). Al morir, en 1935, siendo Académico Correspondiente en Francia, la alta Corporación de la historia en su homenaje decidió mandar acuñar una medalla, al haber sido Miembro Numerario de la misma (Gandía, 1961).
Quienes estamos dedicados al estudio de la historia en el tiempo colonial reconocemos la importancia que la obra de Larrouy tiene para nuestras investigaciones. No sería apresurado afirmar, luego de las líneas que siguen, que el Padre Larrouy se erige como uno de los primeros historiadores-archivistas de nuestro país.
En la actualidad, la escasez de ejemplares existentes al ser una obra agotada, se nota incluso en bibliotecas públicas de Catamarca (Ogas, 2009). Consideramos que gran parte de la producción del Padre Antonio Larrouy, publicada y dispersa en periódicos y revistas especializadas de todo el país, debería ser reeditada, en homenaje de gratitud a su memoria y para beneficio de la historia regional en particular, y de la argentina en general.


Apreciación crítica sobre los Informes de Archivos

Es posible analizar los informes de Larrouy desde varios aspectos, teniendo en cuenta, claro está, que largas décadas nos separan de sus Informes y del estado de situación científico-disciplinar de la historia y de la archivística de ese momento. Dividiremos en tres parágrafos, uno descriptivo y dos analíticos de los Informes del P. Larrouy.
En el parágrafo descriptivo nos abocaremos a comentar sobre el origen de los informes, los objetivos de los mismos y algún dato sobre el Comisionado; en los analíticos, nos centraremos en el pensamiento histórico-metodológico y técnico-archivístico del sacerdote historiador.
Siguiendo a Aurelio Tanodi, podemos asegurar que los primeros informes sistemáticos sobre repositorios provinciales se deben al interés del Decano de la Facultad de Filosofía y Letras (Molina, 1955) de la Universidad de Buenos Aires Dr. José Nicolás Matienzo(2). Durante las dos primeras décadas del siglo XX, entre 1908 y 1926 (Tanodi, 1968) Matienzo comisionó al Padre Antonio Larrouy para visitar archivos en las capitales provinciales históricas (Catamarca, Córdoba, La Rioja, Paraná, Santa Fe y Tucumán) buscando documentación sobre el período de la organización nacional y la obtención de copias o extractos de los mismos (Larrouy, 1908, 1909) (Tanodi, 1968).
Aurelio Tanodi en su Guía caracterizará la obra de los comisionados de la Facultad de Filosofía y Letras, entre ellos el Padre Larrouy, como una aproximación prístina de los fondos documentales del interior argentino, un primer intento de incursionar en la historia de los archivos que carece aún hoy, de investigaciones profundas y sistemáticas; “Los informes, escritos en forma de notas o cartas, presentan datos del contacto de los comisionados con las autoridades y hasta con los humildes empleados, sus impresiones personales, sus críticas y opiniones sobre el mejoramiento de la situación de los repositorios, rebasando ampliamente el esquema de presentar sólo los inventarios de las existencias documentales(3).


Aspectos Históricos-Metodológicos

Para la época en que Larrouy escribe sus informes, se entendía a la historia como un elemento que favorecía la construcción de la Patria y del sentimiento de Patria en los habitantes del país;

“Cumplo con el grato deber de comunicar desde luego á Vd. la muy favorable impresión que en todas partes ha producido su iniciativa, digna de la institución que dirige y verdaderamente patriótica, pues se trata nada menos que de revelar á los mismos argentinos las riquezas que encierran sus archivos.” (4)

Esas riquezas documentales, utilizadas por los historiadores científicos, servirán para esclarecer el pasado del país;

“Sin embargo, hoy por hoy, las riquezas encerradas en los archivos argentinos son tan ignoradas, ó poco menos, como las de otra clase ocultas en las entrañas de la tierra, y mientras subsista ese estado de cosas, la historia argentina no se escribirá sino de manera inexacta ó muy incompleta.” (5)

La idea del padre lourdista se confirma en los dichos del Dr. Ravignani que destaca la importancia de conocer los repositorios y sus acervos documentales:

“Y sólo con estas informaciones previas, será posible, igualmente, perfeccionar las investigaciones, haciendo que los conjuntos documentales que ofrezcamos en el futuro, sean cada vez más orgánicos y más intensamente comprensivos de los asuntos”(6).

Sobre sus lecturas histórico-metodológicas, encontramos algunas citas que lo muestran un historiador autodidacta que se basa en los clásicos del momento: Introduction aux études historiquesde Seignobos y Langlois y Nueva biblioteca de los manuscritos de las bibliotecas del Padre Bernardo de Montfaucon.
En relación a la historia de nuestro país, su mandante, el decano Matienzo, le indicó formar catálogos de los archivos públicos de Paraná, Santa Fe, Córdoba y Tucumán de los documentos que le parecieran de interés “para la historia general del país, entre la caída de Rosas y la federalización de Buenos Aires…” (Larrouy, 1908; 3) y como sabemos para la época la historia de nuestro país estaba teñida de la tendencia llamada liberal, lo que explica que en otro lugar diga que sea ese período entre “la caída de la tiranía de Rosas…” aunque luego remarque ”sin ninguna preocupación de partidismo á favor ó en contra de nadie.” (Larrouy, 1908; 3).
Al explicar como procedió en la formación de esos catálogos y en la copia de documentos para la Facultad de Filosofía y Letras dice que el criterio de selección fue el de la historia considerada con mayúsculas en esa época:

“Dejando, pues, de lado lo referente á la administración general, á la de justicia, á instrucción pública, al comercio, etc., resolví concretarme á la historia política del país, en la creencia de que, entre todos, es el asunto que usted mismo habría elegido.”(7)

En función de ello, indaga en La Rioja documentación de protagonistas de la historia que tuvieron trascendencia nacional, con pocos resultados, tal el caso de Juan Facundo Quiroga y Ángel Vicente Peñaloza; “Faltando pues, los archivos oficiales, he procurado utilizar en lo posible el parroquial, y al inventariar sus libros he extractado todos los datos que me parecía pudieran acaso tener alguna relación los acontecimientos públicos; reproduciré mis apuntes en su lugar, a intención de los especialistas, que gustarán quizá de cotejarlos con los relatos correspondientes de los historiadores de Facundo Quiroga” (Larrouy, 1921; 8).


Aspectos Archivísticos

En este apartado no podemos ignorar lo que Raúl A. Molina escribió (Molina, 1955) que estos informes fueron realizados como guías para el historiador y, por lo tanto, agregamos por nuestra parte que no debemos exigirles exactitud teórico-archivística. Asimismo, como planteamos al inicio, esta disciplina aún se hallaba en formación y muy pocos en nuestro país tenían conocimiento de ella o de sus avances.
Una primera lectura nos alerta sobre las razones de la pérdida o destrucción de documentación; la referencia leída e incluso de testigos y directos participantes de los saqueos, las extracciones de antiguas firmas autógrafas, las guerras civiles y las montoneras (que usaron el papel para la fabricación de cartuchos), que han hecho desaparecer por completo la antigua documentación en algunas de las provincias, tanto de época colonial como del período independiente. Por ejemplo, la situación en la provincia de La Rioja

“no puede ser más triste: la historia de los 260 primeros años está representada en sus archivos oficiales por un desierto casi absoluto. En los del gobierno y de la legislatura no se encuentra nada anterior a 1850, y poco menos que nada en el de tribunales. Han desaparecido en particular todos los libros capitulares.”(8)

Pero además de la descripción, podemos decir que el Larrouy reflexiona sobre ámbitos archivísticos diversos, relacionados con disciplinas conexas a la misma y a la aplicación práctica de lo que hoy llamaríamos teoría archivística. Así, Larrouy habla, opina, razona y aconseja sobre lo que hoy llamamos archiveconomía; clasificación y ordenación documental; restauración de documentos; paleografía; crítica, y edición de documentos y descripción documental.


Archiveconomía

Da elementos para la Archiveconomía o parte de la Archivística que habla de los edificios y locales para archivos y sus características y necesidades que influyen significativamente sobre el estado de conservación y las razones de la desaparición o disgregación de valiosas series documentales. Sin entrar en grandes detalles, refiere la organización archivístico-edilicia de los repositorios: observa exigüidad de espacio, desorden de parte de los fondos documentales, falta de mobiliario (Larrouy, 1909, 1921). Aprueba como unidad de conservación de documentos unas cajas de hierro que se habían implementado en Tucumán por parte de uno de sus primeros directores, Guillermo Aráoz (Páez de la Torre, 2001).


Clasificación y Ordenación Documental

Es importante destacar que, sin saberlo, el sabio sacerdote establece un cuadro de clasificación al hablar de los libros del Cabildo de Córdoba: su necesidad práctica de ordenar la documentación capitular le lleva a idear un esquema clasificatorio de tipo institucional para el Ayuntamiento cordobés y su producción documental (Larrouy, 1909).
Aboga de manera especial para que los documentos en los repositorios estén encuadernados, y se evite así su desaparición y traspapelamiento (Larrouy, 1908, 1909) y el orden de los mismos facilite su consulta: la falta de orden atenta contra la consulta y uso, como sucede con algunos del archivo tucumano: “…los demás quedan todavía en gran desorden, y mis esfuerzos me han convencido de la imposibilidad de catalogarlos.” (Larrouy, 1909; 51).
Por su insistencia, se recuperan libros o documentos perdidos o en manos de particulares (Larrouy, 1908). Sus opiniones fueron tenidas en cuenta mucho después de sus visitas, debido en algún caso a su relación amistosa con funcionarios como el gobernador de Tucumán Ernesto E. Padilla, interesado en los testimonios del pasado (Gershani Oviedo-Berdini, 2009).


Restauración de documentos

Los escasos avances técnicos en restauración de papel en el momento que escribía Larrouy, hace que éste apruebe y aconseje una técnica usada en el Archivo General de Tucumán (y en Córdoba) que hoy está totalmente comprobado su desacierto (Larrouy, 1909).
Bajo su dirección estuvo en Catamarca la encuadernación y restauración de los libros capitulares de San Fernando en 1919: “En esta restauración hemos conservado todas las hojas que se encontraron, blancas y útiles, pegando sobre las maltratadas papel de seda con engrudo mezclado con alumbre.” Además de compaginar las hojas sueltas, refoliarlas con tinta china e indicar al inicio de cada tomo las pérdidas por recortes hechos por vándalos que coleccionaban firmas autógrafas. Cada libro fue colocado dentro de un estuche, confeccionado ex profeso. (Larrouy, 1921; 29-30)(9).


Crítica y Edición de Documentos (Paleografía, Diplomática, Epigrafía)

En Córdoba revisa, analiza y critica la edición de las actas capitulares realizada por Santillán Vélez a fines del siglo XIX, comparando la publicación con los catorce libros originales; la misma tarea emprende con las actas catamarqueñas (Larrouy, 1909, 1921)(10). Demuestra las fallas de lectura, interpretación, las lagunas y errores de compaginación de los libros capitulares que no se salvaron en la edición. Sobre todo, remarca la falta de criterio en la misma. Para Tucumán consulta asimismo los libros del cabildo, describiéndolos someramente(11) e indicando que no poseen índices. Relata que se ha hecho una transcripción, que una comisión está corrigiendo, pero que se reúne muy de tarde e tarde. Existe un proyecto de editar las actas del cabildo tucumano, pero el proyecto vegeta. Larrouy expone su opinión criteriosa:

“Me he permitido, pues, indicar al señor Ministro de Gobierno, Dr. Vicente Padilla, y al futuro Gobernador, Dn. José Frías Silva, la conveniencia, no sólo de cuidar de la fidelidad é integridad del texto, condiciones esenciales de toda buena edición, sino también de agregar índices los más completos que se pudiera y algunas reproducciones facsimilares (sobre todo de cabildos abiertos), tan eficaces para penetrar en el conocimiento más íntimo de los actores y de su época y particularmente útiles para la identificación de documentos sin firma.”(12)

Demuestra sus conocimientos de paleografía cuando dice: “…pero había notado en ellos [libros capitulares éditos] ciertas deficiencias, y creí conveniente cotejarlos, tan rápidamente como fuera, con los originales. Ímproba tarea es por cierto la de descifrar aquella letra procesada de los escribanos de fines del siglo XVI y principios del XVII, de que Cervantes decía, por boca de don Quijote, que ‘no la entenderá Satanás’.”(13)
Ante la anomia documental en La Rioja, informa sobre objetos de culto (campanas) en los que halla inscripciones jesuitas que le permiten decir: “aunque no por cierto escritos sobre papel y encerrados en una archivo, sino grabados en bronce y expuestos al aire libre: se trata de dos inscripciones que usted me permitirá reproducir aquí, a título por lo menos de curiosidad, y porque la epigrafía es pariente cercana de la paleografía y diplomática y ciencia auxiliar de la historia.” (Larrouy, 1921; 6).


Descripción Documental

Pero este acápite es el más interesante por la riqueza de los Informes, como por sus características. Larrouy fue comisionado para realizar pesquisas en los archivos oficiales aunque el visita los de la Iglesia conociendo la riqueza de sus fondos y series documentales. Establece en la medida de lo posible la manera más correcta en que debe describirse un archivo, siendo ejemplo de ello lo que anota del archivo diocesano de Catamarca.
Esboza la organización institucional de la entidad eclesiástica propietaria y productora del archivo y que es también una síntesis histórica de la formación del archivo. (Larrouy, 1921). Luego realiza un prolijo inventario de los libros parroquiales indicando etnia (españoles, naturales) fechas extremas y si son manuscritos o formularios impresos y anota la existencia de índices para los mismos(14).
En relación a la archivística actual, podemos decir que utiliza la designación o vocablo que para la época se usaba: catálogos: “De todos ellos [los archivos] he formado los catálogos que adjunto á Vd. No son tan detallados como lo hubiera deseado, pero el tiempo de que disponía era poco é inmensa la tarea.” (Larrouy, 1909; 4).
Asimismo utilizará la voz inventarios como sinónimo de catálogos. En la antigua nomenclatura de los instrumentos de descripción archivísticos, se hablaba de “catálogos” para cualquiera de los tipos que existen hoy (catálogos, inventarios e índices). Existe acuerdo en la actualidad que catálogo es el más alto pináculo del análisis y descripción documental ya que un catálogo toma la información más relevante de un documento; en cambio, si lo que se hace es tomar como objeto de descripción a un archivo, estamos frente de una guía de archivo.
Esos inventarios o catálogos metódicos que confecciona o que aconseja realizar para difundir los archivos son nuestros actuales inventarios sumarios y podemos decir que sus informes son guías de archivos, formadas por esos inventarios (Tanodi, 1968, 1992).


Palabras Finales

El Padre Antonio Larrouy pone de manifiesto humildemente pero de manera inequívoca en uno de los Informes, cuál es su oficio o título académico tácito: “compulsador de documentos históricos”. No habla de sí mismo como Comisionado, lo que podría entenderse como una actividad temporal encargada por otros, sino de su oficio permanente, a nuestro entender. Así es como llega al ámbito de los archivos por necesidades propias del métier de la investigación. Si bien no tiene formación específica y académica en ello, demuestra un conocimiento profundo de temas relativos a disciplinas conexas de la Archivística. Su preocupación por la Historia y sus fuentes lo muestran comprometido y reflexivo sobre edificios, organización, restauración, edición y difusión de archivos y documentos. Sus conclusiones pusieron el fundamento de los estudios archivísticos argentinos (Bazán, 2000)
Si bien lo fugaz de sus comisiones le impide hacer un estudio profundo, toma su tiempo para cotejar series documentales éditas con los papeles originales, aprecia críticamente, señala errores y aconseja lo que debe salvarse y cómo. Se advierte su interés por los documentos hispánicos al focalizarse sobre las Actas Capitulares, remarcando el valor de las mismas. Pero no sólo observa, analiza, diagnostica y critica, sino que además pone en práctica sus ideas y las ideas de la Sección Historia cuando dirige el tomo homenaje a la autonomía catamarqueña: “…no habrá dejado de contribuir en alguna manera a la realización de los propósitos que tiene la sección de Historia de dar a conocer en los posible los archivos públicos de todo el país, ya que pude incluir en él una serie de documentos tomados de los varios depósitos, oficiales o particulares, que había visitado en la provincia.” (Larouy, 1921; 3).
Hoy, a un siglo de los Informes de Larrouy mucho ha mejorado de lo expuesto por él, pero mucho camino queda por hacer. Los archivos sufren de hacinamiento, falta de espacio, no reciben las accesiones establecidas por ley y los hay que sus edificios sufren de problemas estructurales. Pero no sólo lo edilicio, sino las labores estrictamente archivísticas necesitan un nuevo empuje; formación de profesionales capacitados; descripción de series documentales; restauración de documentos, etc.
Larrouy enunciará uno de los principios archivísticos principales al decir (Larrouy, 1909; 8) “Pero no se conservan los documentos sólo por conservarlos, sino para que puedan ser conocidos y utilizados.”; esto es, custodiar el patrimonio documental para difundirlo, para hacerlo conocer.


FUENTES

LARROUY, Antonio. “Los Archivos de Paraná y Santa Fe: Informe del Comisionado...”, en Revista de la Universidad de Buenos Aires; también hay separata: Universidad de Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras. Sección de Historia, Imprenta de M. Biedma é hijo, Buenos Aires, 1908.
----------------. Los Archivos de Córdoba y de Tucumán. Informe del Comisionado…, Facultad de Filosofía y Letras, Sección de Historia, Imprenta de Juan A. Alsina, Buenos Aires, 1909.
----------------. Los Archivos de La Rioja y de Catamarca, Facultad de Filosofía y Letras, Publicaciones de la Sección de Historia, v. 12, Buenos Aires, Imprenta y Casa Editorial Coni, 1921.


BIBLIOGRAFÍA

BAZÁN, Armando Raúl
1974. “La investigación histórica en la Argentina (1940-1973)”, en Investigaciones y Ensayos, Academia Nacional de la Historia, Buenos Aires, Nº 16, enero-junio.
2000. La cultura del Noroeste Argentino, Buenos Aires, Plus Ultra.
BERDINI, Javier Arnoldo y Marcelo GERSHANI OVIEDO
“Dos hombres de la Iglesia para la Historia Argentina: Monseñor Pablo Cabrera y Presbítero Antonio Larrouy” (inédito).
FURLONG, Guillermo, S.J.
1943. “La Historiografía Eclesiástica Argentina 1536-1943”, en Archivum. Revista de la Junta de Historia Eclesiástica Argentina, Junta de Historia Eclesiástica Argentina, Buenos Aires, tomo I, Cuaderno 1, enero-junio.
1946. Bibliotecas argentinas durante la dominación hispánica, Cultura Colonial Argentina I, Huarpes, Buenos Aires.
GANDÍA, Enrique de
1961. “La Academia Nacional de la Historia. Breve Noticia Histórica”, en Academia Nacional de la Historia. Desde los orígenes hasta la organización definitiva en 1862. Vol. I, Librería El Ateneo, Buenos Aires.
GERSHANI OVIEDO, Marcelo y Javier Arnoldo BERDINI
2009. “Redes intelectuales en tiempos del Centenario. Proyección en Tucumán de la obra de Samuel Lafone Quevedo, Pablo Cabrera y Antonio Larrouy”, en VIII JORNADAS LA GENERACION DEL CENTENARIO Y SU PROYECCIÓN EN EL NOA. 1900-1950, 21, 22 y 23 de octubre de 2009 (en prensa).
LARROUY, Antonio.
1996. “Documentos Inéditos de la Época Colonial. 1607-1808”, en AUTONOMIA CATAMARQUEÑA. HOMENAJE EN SU PRIMER CENTENARIO. 1821-1921, Editorial Sarquis.
MOLINA, Raúl A.
1955. Misiones Argentinas en los Archivos Europeos, Comisión de Historia, Instituto Panamericano de Geografía e Historia, México D.F.
OGAS, Ramón Antonio.
2009. “¿Cómo conocí al historiador de la Virgen del Valle? La presencia de la obra del Padre Antonio Larrouy en las bibliotecas de Catamarca (2009)”, en LOGOS. Revista de la Cátedra Padre Antonio Larrouy, Segunda Época, Año I, Nº 1, Departamento Historia, Facultad de Humanidades, Universidad Nacional de Catamarca.
OLMOS, Ramón Rosa.
1941. Reseña histórica del Seminario de Catamarca, Editorial La Raza, Catamarca.
PÁEZ DE LA TORRE (h), Carlos.
2001. “Noticia sobre el Archivo Histórico de Tucumán”, en Boletín del Centro de Estudios Genealógicos y Heráldicos de Tucumán, Tucumán, Nº 1.
PÉREZ FUENTES, Gerardo.
1991. El historiador P. Antonio Larrouy (1873-1935), Catamarca, ed. del autor.
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1968. Guía de los Archivos de Córdoba, Collectanea Archivistica Nº 3, Escuela de Archiveros, Facultad de Filosofía y Humanidades, UNC, Córdoba.
1992. Reedición de algunos temas archivísticos, CIDA, OEA, Córdoba.
2009. Manual de Archivología Hispanoamericana, Editorial Brujas, Córdoba.
TANODI DE CHIAPERO, Branka.
1997. “En torno a las actas capitulares de San Fernando del Valle de Catamarca”, en Boletín de la Junta de Estudios Históricos de Catamarca, 1995-1996, Año XII.
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1935 (abril-diciembre). “Bio-bibliografía del P. Antonio Larrouy”, en Boletín del Instituto de Investigaciones Históricas”, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Buenos Aires, Buenos Aires, años XIII y XIX, tomo XIX.


NOTAS

* Una primera versión de este trabajo fue presentada con el título de "Patrimonio Documental Archivístico: Los 'Informes' del Padre Antonio Larrouy sobre archivos provinciales (1908-1921)" en V CONGRESO INTERNACIONAL PATRIMONIO CULTURAL 200 AÑOS DE HISTORIA COMPARTIDA, Centro Cultural Canadá Córdoba, Universidad Nacional de Córdoba, Córdoba, 6 al 8 de mayo de 2010.
** Facultad de Filosofía y Humanidades – Universidad Católica de Córdoba (UCC). Instituto Histórico Santiago de Liniers (InHSdeL).
*** Facultad de Humanidades – Universidad Nacional de Catamarca (UNCa).
(1) La Junta de Historia y Numismática Americana (fundada por Bartolomé Mitre como Junta de Numismática en 1893), se transformaría luego en la Academia Nacional de la Historia (1940). José Torre Revello, en su discurso de recepción al P. Guillermo Furlong Cardiff en la Academia, dijo: “Ya en la primera etapa de la existencia de esta corporación, siendo entonces Junta de Historia y Numismática Americana, ocupó un sillón en ella, con alta dignidad, el R. P. Antonio Larrouy, que en nuestro medio renovó los estudios de la historia religiosa, aplicando severos métodos científicos en su redacción y dejándonos una obra eficiente y ponderada.” (Furlong, 1946).
(2) “Corresponde al Dr. Norberto Piñero, decano de la Facultad de Filosofía y Letras, la creación de la Sección de Historia de la mencionada institución, por ordenanza de su Consejo Directivo de fecha 21 de junio de 1905, y al Dr. José Nicolás Matienzo, también decano de la misma, la orientación por los senderos de la investigación desde el año 1908” (Molina, 1955; 197).
(3) Además, es posible ver que el Padre Larrouy contaba con un círculo o red de conocidos/intelectuales que podrían favorecer su comisión en las ciudades aludidas: “Recomendado oficialmente por Vd. [Decano Matienzo] presentado en Córdoba por mi distinguido amigo, el Pbro. Dr. D. Pablo Cabrera, y en Tucumán por el Ilmo. Sr. Piedrabuena, Obispo Auxiliar, he recibido la más grata acogida…”. (Larrouy, 1909; 3-4).
(4) Larrouy, 1909; 3. El subrayado nos pertenece.
(5) Larrouy, 1909; 8. El subrayado nos pertenece.
(6) Tanodi, 1968; IX. Tomado de Los Archivos de la Ciudad de Corrientes; ed. Facultad de Filosofía y Letras, Publicaciones de la Sección de Historia, Nº VIII, Buenos Aires, 1921, pp. 3-4.
(7) Larrouy, 1908; 7. El subrayado nos pertenece.
(8) Larrouy, 1921; 4. En Catamarca es informado verbalmente por un antiguo gobernador que los documentos públicos anteriores a 1856 fueron utilizados asimismo para partidas de caza (Larrouy, 1921; 9).
(9) Resultado de esa restauración de 1919 es un importante deterioro de los documentos: “ya que el material usado … ha deteriorado notablemente el papel, oscureciéndolo, arrugándolo y volviendo, en muchas hojas, imposible la lectura del lado del papel pegado.”. (Tanodi de Chiapero, 1997; 22).
(10) Varios libros habían desaparecido; “Entre los que se perdieron estaban los dos libros capitulares de Londres que se habían traído al Valle en 1683, cuando se creó esta provincia [sic]. Consta que existían todavía en 1702; pero nada más se de ellos, a pesar de los esfuerzos que hice para averiguar su paradero y que he expuesto en nuestra publicación Autonomía Catamarqueña.” (Larrouy, 1921; 9). Sus investigaciones le llevaron a encontrar sólo referencias sobre los libros que se hallaban en poder del teniente de gobernador don Juan de Almonacid al momento de su muerte en 1702; “Item Un libro de Cabildo con algunos papeles sueltos sin cubierta; Item Dos libros antiguos de Cabildo de la ciudad de Londres”. (Larrouy, 1996).
(11) “Libro II. 1696 á 1714. – Empieza en 23 de Enero de 1696. El libro termina con una serie de documentos relativos á la traslación y mudanza de San Juan Bautista de la Rivera de Londres al valle de Catamarca, y á la jurisdicción de la nueva ciudad de San Fernando.” (Larrouy, 1909; 52).
(12) Larrouy, 1909; 6-7.
(13) Larrouy, 1909; 5-6. Otro ejemplo de su mirada crítica e inquisitiva se observa al dudar, luego de comparar varios documentos, si Ángel Vicente “Chacho” Peñaloza sabía por lo menos firmar. (Larrouy, 1921; 8).
(14) Opina sobre aspectos externos de la documentación eclesiástica, como la parroquial: “Los libros parroquiales que hoy se usan … son formularios impresos que se llenan con unas pocas palabras; a no dudarlo, son mucho más fáciles de llevar, más «administrativos» que los antiguos en que todo tenía que escribirse a pluma; pero éstos eran también mucho más personales, y no pocas partidas contienen pormenores que importan a la misma historia general.” (Larrouy, 1921; 8).

miércoles, 14 de julio de 2010

BLOG | Doce Linajes de Soria

Recomendamos los últimos post del Blog de la Casa de los Doce Linajes de Soria, donde se ha publicado una RESEÑA HISTÓRICA DE LOS PROYECTOS MONÁRQUICOS EN EL RIO DE LA PLATA, síntesis del trabajo homónimo de Bernardo Lozier Almazán y, además, LOS PROYECTOS MONÁRQUICOS EN PERU, COLOMBIA Y ECUADOR EN EL SIGLO XIX, poco conocidos en la Argentina.
http://docelinajes.blogspot.com/