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domingo, 2 de febrero de 2014

AMERICA, MESTIZA DE NACIMIENTO

Adiós a la genealogía vanidosa

Nuestra sociedad está conformada por etnias distintas, pero también por aquellos que fueron excluidos y que es necesario sacar a la luz. En esa tarea se inscribe la importante obra del investigador Herrera Vegas donde se demuestra que la discriminación hizo que muchas familias tradicionales hayan ocultado sus orígenes. Y como él mismo afirma, “lo que me interesa es la genealogía verdad sin oropeles ni títulos”. Un desafío que rescata a los antiguos pobladores de América.

Irene Ch. Bauer / Periodista
Diego Herrera Vegas es un apasionado por la genealogía, y experto en el tema. Su manera de encarar esta disciplina tradicional y de orígenes remotos, está lejos de ser convencional. En primer término señala que la genealogía vanidosa no le interesa. Por el contrario, su fuerte es la genealogía verdad. Como se dice comúnmente, los parientes no se eligen, por eso –continúa Herrera Vegas–  no se trata de que la genealogía se vea reducida a una cuestión que tenga por objetivo adornarse con oropeles y títulos; sino que debe especificar los lazos de sangre que afianzan a las personas a un determinado territorio, que los conectan con un determinado proyecto de vida, o de nación. Demostrar eso es su objetivo como genealogista, pero también, en el caso de la Argentina, mostrar la importancia que tienen los ancestros en  la conformación del ser nacional.
Herrera Vegas: “Es el final de la genealogía vanidosa para ir a la genealogía verdad donde todos tienen cabida. Toda familia, cuanto más antigua es y más lejos hace que está en América, tiene mayor porcentaje de indio y de negro”.
Herrera Vegas: "Es el final de la genealogía vanidosa para ir a la genealogía verdad donde todos tienen cabida. Toda familia, cuanto más antigua es y más lejos hace que está en América, tiene mayor porcentaje de indio y de negro".
Durante la conversación con El Arca Herrera Vegas subrayó que en la Segunda Fundación de Buenos Aires, Juan de Garay estaba acompañado por cien personas, sólo 5 españoles puros, los otros 95 eran “mancebos de la tierra”, llamados así por ser hijos de mujeres indígenas y colonizadores. Pocas eran las mujeres españolas que a principios de la colonización se sumaban a la aventura que implicaba llegar a estas tierras. Los colonizadores, mayoritariamente hombres, se unieron a las habitantes autóctonas del territorio. Por eso  el continente llamado América, será mestizo desde su nacimiento. Cuando llegan las grandes corrientes inmigratorias, que en el caso de la Argentina cambian la fisonomía del país, esta tendencia al mestizaje continúa. Lo cierto es que la unión con los genoveses, los vascofranceses y otras colectividades, “emblanquecen” a los criollos haciéndolos un poquito más té o café con leche.

—¿Cómo se conforma la genealogía americana? ¿Qué papel tienen los colonizadores?

—Hay grandes historias y pequeñas historias. Pero todos esos fundadores son personas revolucionarias de por sí. Las familias tendían a evolucionar históricamente en un lugar, hasta que un señor decía no: Me subo al cascarón y me voy. Se trataba de un hombre valiente, un revolucionario que no quería seguir en ese mismo lugar sino lanzarse a lo desconocido. Muchas veces no venían solos sino con parientes, o encontraban a familiares que habían llegado con anterioridad, pero fue la hibridación entre conquistadores y los habitantes originarios de estos territorios, la que dio como resultado al criollo.

—En la tapa de sus libros hay un dibujo de un europeo, un indio y un negro.


—Es una manera de reconocer la importancia de las tres etnias que poblaron el país a partir de los tiempos coloniales. Después de la Pragmática de Madrid conseguida por Bartolomé de las Casas, que resultó en la prohibición de esclavizar a los habitantes autóctonos del territorio americano, se trajeron esclavos de Africa. Cabe señalar que la esclavitud no la inician los españoles ni los portugueses, quienes sí hicieron uso de un sistema generado por las guerras tribales, en las que los ganadores esclavizaban a los perdedores. De ahí que los esclavos eran provistos por los mismos africanos. Cuando aparece el negro en América, es tratado como cosa; en esa época, incluso se ponía en cuestión si tenían alma. Como en una feria de ganado, se vendían en el mercado lotes de negros, hombres y mujeres. Muchas veces estas negras tenían relaciones con los que las compraban e hijos con ellos. Encariñados con sus hijos a los que sin embargo no podían mostrar mucho, ya que no era bien visto por la sociedad de la época, y por otra parte algunos de esos señores tenían esposa e hijos; muchos trataron de darles un mejor lugar en la sociedad. De hecho comenzó a cambiar la fisonomía de la sociedad. Estos padres habilitaban al hijo mulato, por ejemplo trataban de comprarle algún título militar y los enviaban al interior, a veces con cartas de recomendación en las que decían que eran sus hijos. Esos mulatos se casaban a su vez con otra mulata, pero al cabo de dos o tres generaciones, sin olvidarse de dónde provenían, quién era su ancestro, volvían a recuperar algo que era de ellos: un lugar, un apellido. Muchas veces estos mulatos llegaron a ser personalidades mucho más importantes que los hijos legítimos con los que podían compartir un mismo apellido. Si no se los reconocía, esos hijos llevaban el apellido de la madre, pero conocían quién era su padre, y también se daba el caso de que el cura supiese quién era el padre, y aunque en el acta de bautismo dijera que el padre era desconocido, figuraba con el apellido de éste.

—Según la bibliografía había una gran comunidad negra en el país. Cosa que ha cambiado. 


—Hubo momentos en los que un treinta por ciento de la población de Buenos Aires era negra. En algunas provincias llegaba al sesenta por ciento. Pero el negro no desapareció, al negro lo llevamos adentro. Lo llevamos puesto, pero para muchos es difícil de reconocer. Hay cosas que parece no se pueden decir, y ésta es una de ellas. Cuesta que se lo reconozca, pero hay que incorporar a la raza negra como formadora de ese tronco fundacional.
Nos hemos manejado con una serie de discriminaciones: por color, lo negro no era aceptable; luego por nacionalidad: unos inmigrantes eran mejor vistos que otros. En una conferencia que di en el Círculo de Armas le puse nombre y apellido a quince de esas negras que son abuelas de familias con ilustre ascendencia en el país. Se las ocultaba. Luego, con los años, lo inglés, irlandés o francés era visto como más paquete que lo italiano. Una u otra son discriminaciones. Estoy tratando de incorporar a todos. Por eso digo que es el final de la genealogía vanidosa, para ir a la genealogía verdad donde todos tienen cabida. Toda familia, cuanto más antigua es y más lejos hace que está en América tiene mayor porcentaje de indio y de negro. Cuando llegan los inmigrantes aportan sus tradiciones, y en sus genes, el color de su piel. 
Población total y extranjeros
Año
1869
1895
1914
1947
1960
1970
1980
1991
2001 
Población
1.877.490
4.044.911
7.903.662
15.893.811
20.013.793
23.364.431
27.949.480
32.615.528
36.260.130
Extranjeros
210.330
1.006.838
2.391.171
2.435.927
2.604.447
2.210.400
1.903.159
1.628.210
1.531.940
Fuentes: Lattes (1975), INDEC (1980), (1991b), (2001).
—¿Cómo nace el gusto por la genealogía? ¿Cómo fue su experiencia?

—El proceso de un genealogista es comenzar con su familia. Agotar el tema. Si tiene vocación de genealogista sigue adelante, su entorno, sus amigos, y luego se amplía y uno viaja, se va tejiendo. En mi caso, luego de cuarenta años de trabajo, y dos libros publicados, tengo proyectado llegar a 5 tomos con 50 a 60 familias por tomo, lo que incluiría unas 300 familias.
El objetivo de publicarlos es acercar los orígenes. Nuestra sociedad está conformada por etnias distintas, pero están los que fueron excluidos; la discriminación hizo que muchos hayan ocultado sus orígenes, y yo trato de sacarlos a la luz. A mi entender, es necesario reconocer a aquellas familias que sin distinción de origen geográfico o religioso y a través de las generaciones, han hecho aportes importantes al país.

—Argentina es un país que favoreció la inclusión de inmigrantes –“gobernar es poblar” dijo Alberdi–, pero también es cierto que esos gobernantes preferían una inmigración anglosajona y la realidad fue otra. En tanto, los pobladores antiguos de América han sido relegados, aniquilados, apartados.


—Es así, pero habrá un proceso inevitable, no se trata de una visión romántica, sino de una realidad. Con el tiempo, dado el hibridaje, casi todos los argentinos descenderán de un tronco donde estén las 3 razas. Se conformará una familia sanguínea donde todos tendrán lugar; el ser argentino, que tiene un poco de todo: de polaco, de alemán, de ruso, de francés, de indio y de negro, pero sin discriminar a nadie.
—¿Se puede hablar de una familia americana? 

—En mi labor como genealogista comencé a ver que aparecían toda una serie de parentescos en familias con gran dispersión en Latinoamérica. Los Tezanos Pinto, por ejemplo, son una familia que puede rastrearse originalmente en Jujuy. De ahí pasaron a Bolivia, Perú, Chile y otra vez Argentina. De Entre Ríos a Buenos Aires. Llegan a Caracas. En todos esos lugares sus miembros actúan de manera relevante en la política y la sociedad. Casos como ése forjaron mi hipótesis acerca de que las aristocracias americanas estaban entremezcladas conformando una red de parentescos.
Otras familias me ayudaban a demostrar esa hipótesis: es el caso de los Pereira y los Braun, una originada en Buenos Aires que forma nueva línea en Santiago y otra originada en Punta Arenas que pasa a Buenos Aires. También los Arocena, que se originan en Tucumán. Luego dos hermanos llegan a Buenos Aires y de ahí uno va a Montevideo, conforma su familia, tiene cerca de 16 hijos. Son  fundadores de la Asociación Rural de Uruguay, es decir una familia unida a la tierra uruguaya y con actuación pública de gran nivel. Por otra parte, en Tucumán quedan sus hermanas, continuando la estirpe argentina.
Otro ejemplo son los Saguier, que se remontan a un ancestro que viene de Francia al Paraguay. Un hijo pasa a Buenos Aires, se arma una familia paraguayo-argentina. Vale decir que, efectivamente, las familias americanas del sur estaban muy emparentadas entre sí. Lo mismo sucede con los Ocampo en Perú y Argentina.

—Según cuenta Félix de Azara, testigo presencial de los  tiempos de la colonia, los primeros criollos se rebelaban ante la autoridad de sus mayores: “Existe una especie de alejamiento –dice– o más bien dicho una aversión decidida de los criollos, o hijos de españoles nacidos en América, hacia los europeos y el gobierno español. Esta aversión es tal, que la he visto reinar entre el hijo y el padre, entre el marido y la mujer, cuando unos eran europeos y los otros americanos”.

—Definitivamente el criollo impulsó un movimiento de liberación, la emancipación era una necesidad cuyo momento paradigmático es la Revolución de Mayo, y que culminará plenamente cuando todas las comunidades que integran el país, sin distinciones, sean reconocidas y tengan los mismos derechos.


Tomado de EL ARCA DIGITAL

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