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lunes, 19 de abril de 2010

Un aspecto desconocido de la obra de Antonio Larrouy: su aporte a la genealogía catamarqueña


Marcelo Gershani Oviedo*

Palabras iniciales

En 1944 escribió el padre Ramón Rosa Olmos que “el nombre del Padre Larrouy está ligado no sólo a Catamarca, sino a todo el campo histórico argentino. Difícilmente se podrá escribir algo sobre nuestro pasado histórico, sin recurrir a sus colecciones documentales o a sus eruditas monografías”. Casi medio siglo después, en 1991, el historiador Gerardo Pérez Fuentes afirmó que “Catamarca tiene en el Padre Antonio Larrouy al indagador más cotizado de su pasado histórico”.
Había nacido en Francia el 9 de noviembre de 1873 y veinte años después conoció en Andalgalá a Samuel Lafone Quevedo. La amistad que surgió a partir de ese encuentro fue determinante en su vida. Uno de sus biógrafos afirma que su vocación de historiador “le nació en el Fuerte de Andalgalá”. Estando en Europa el propio Larrouy manifestó que todo lo que sabía lo había aprendido gracias a “un sabio catamarqueño, Lafone Quevedo” (Pérez Fuentes, 1991).
No es novedad que quienes estamos dedicados al estudio de la historia en el tiempo colonial reconocemos la importancia que tiene la obra de Larrouy para el avance de nuestras investigaciones.

Larrouy y la Genealogía

Los estudios genealógicos tampoco fueron ajenos a sus inquietudes intelectuales.
Su aporte a la genealogía catamarqueña se manifiesta a través de uno de sus trabajos, tal vez el menos conocido, titulado La familia Herrera de Catamarca, que publicó en 1916, y que resultó piedra basal en los estudios que, desde hace más de una década, estamos realizando sobre esta familia (Gershani Oviedo, 2000, 2002a, 2002b, 2003).
Consideramos que referirnos a este texto es un aporte novedoso ya que su existencia ha sido desconocida para los investigadores que se han dedicado al estudio de su obra, tal el caso de la bio-bibliografía que José Torre Revello publicó en 1935 y el valioso libro que sobre el sacerdote escribió Gerardo Pérez Fuentes en 1991.
La familia Herrera en Catamarca vio la luz, en forma de folleto, en los Talleres Placente y Dupuy, ubicados en Azul (Provincia de Buenos Aires) y está dedicado al doctor Julio Herrera. Consta de 13 páginas y en la última, luego de la firma del autor, se lee “Catamarca, 26 de agosto de 1916”(1). Aclara que había prometido al doctor Herrera que si en algún momento podía establecer su ascendencia, se la enviaría. Afirma que “así ha sucedido por una feliz casualidad, y, porque interesará quizás a otras personas, me complazco en cumplir públicamente mi promesa”. Esta decisión del sabio sacerdote nos posibilita tener acceso al trabajo cuyo contenido hoy nos ocupa.
Gracias a la gentileza del doctor Hilario Muruzábal Herrera poseemos copia de este folleto, cuyo original se encuentra en la biblioteca de su familia, en Buenos Aires.
Entendemos que esta publicación tuvo difusión reducida y limitada a la familia de Julio Herrera(2), a quien estaba dedicado, como dijimos. Esta situación especial puede ser una de las causas que impidieron el conocimiento de este folleto sobre la familia Herrera a los investigadores que analizaron su obra, como Torre Revello y Pérez Fuentes.

La genealogía de los Herrera

Inicia Larrouy el estudio afirmando que “la familia Herrera es una de las cinco o seis familias más antiguas del Valle y de la provincia de Catamarca” ya que logró ubicar el origen de la misma a mediados del siglo XVII en nuestro suelo. Esta aseveración es exacta. Investigaciones posteriores nos permitieron establecer el origen de la familia Herrera en el actual territorio argentino desde mediados del siglo XVI, a partir de la fundación de la ciudad de Barco en 1550. El prestigioso genealogista argentino Alejandro Moyano Aliaga viene a confirmar lo anterior al manifestarnos “que la familia Herrera es una de las más antiguas de la sociedad argentina”(3).
Y refiriéndose al fundador de la familia, Gerónimo de Herrera, manifiesta Larrouy que, “desgraciadamente, no me ha sido posible descubrir dónde naciera ^(…) si era nacido en el país o venido de España, ni quienes fueron sus padres”. Pero no se detiene en lo que ignora, sino que aventura un posible origen cuando escribe:

Acaso perteneciera a la primitiva familia Herrera de Santiago del Estero. Su fundador fue un Andrés de Herrera, y cabalmente desde muy antiguo los Herrera de Catamarca profesaron especial devoción a San Andrés, cuyo nombre llevaron muchos de sus miembros (…)”.

Con la honestidad intelectual que profesaba, agregaba que “(…) a falta de testimonios positivos, fuerza me es encabezar la genealogía de la familia Herrera con dicho Gerónimo”.
Nuestras investigaciones nos permiten inferir que el fundador de la familia Herrera en Catamarca, Gerónimo, había nacido en Santiago del Estero y que sus padres fueron García de Herrera, nacido en la misma ciudad por 1578, y doña Rafaela de Antoñano, que vio la luz en Alcalá de Henares por 1583. García de Herrera era nieto del Andrés de Herrera al que se refiere Larrouy.
En el acápite I habla sobre el matrimonio fundador de la familia, compuesto por el capitán Gerónimo de Herrera y Ana Páez de Cartagena. A esta señora la menciona con la partícula doña, tratamiento que denotaba hidalguía de origen en ese tiempo. Hoy podemos asegurar, luego de la compulsa de variada documentación, que la esposa de Gerónimo de Herrera no era reconocida por sus contemporáneos ni por los miembros de su familia con ese tratamiento tan codiciado.
Con respecto a la filiación de esta señora, nos encontramos ante una situación especial. Dice Larrouy que Ana Páez de Cartagena era hija de Pedro de Maidana, pero este último no era su padre sino su abuelo materno, y lo que resulta curioso es que esa información la obtuvimos del testamento de Maidana, redactado en 1630 y que el propio Antonio Larrouy publicó el año anterior a la edición del folleto(4).
En su exposición, para fundamentar el motivo por el cual Ana Páez de Cartagena llevaba apellido distinto al de su probable progenitor, con pluma exquisita advierte que

“(a) nadie extrañe que el padre fuera Maidana y la hija se apellidara Páez de Cartagena, porque, muy en particular para las mujeres, no era entonces regla absoluta que los hijos tomaran el apellido paterno; no pocas veces usaban el de la madre, cuando no el de alguno de sus abuelos”.

Este precepto de la onomástica española del siglo XVII explica la particularidad en la transmisión de los apellidos y demuestra la erudición del sacerdote francés.
Hoy podemos establecer que Ana Páez de Cartagena, antepasada de los Herrera de Catamarca, era hija de Antonio Páez de Cartagena y de María Magdalena de Cabrera, quien sí era la hija del ya citado Pedro de Maidana y de su esposa, Blasia de Cabrera.
Con respecto a los hijos del matrimonio fundador, Larrouy afirma conocer los nombres de cuatro: Nicolás, Pedro, Magdalena y Martín García. La consulta de variada documentación nos permite hoy afirmar que esos hijos fueron seis: los tres varones mencionados por el historiador más otro llamado igual que su padre, Gerónimo; en cuanto a esa Magdalena que menciona Larrouy, debe referirse a Rafaela de Herrera; el elenco de hijos del matrimonio fundador se completa con otra mujer, Francisca.
Resulta interesante manifestar que el sacerdote historiador establece que uno de esos hijos mencionados, Pedro, contrajo matrimonio pero falleció sin sucesión. Corrige de esta manera, en beneficio de la genealogía de los Herrera, a Manuel Soria quien, diez años antes, en 1906, había afirmado en sus Familias Vallistas que los Herrera descendían de ese Pedro (Soria, 1906).
En el acápite II trata sobre el matrimonio de Martín García de Herrera, hijo del tronco de la familia. En este caso, García es nombre y no apellido; recuerda al de su abuelo paterno, García de Herrera. Contrajo matrimonio con doña Juana Carrizo y Pedraza, siendo los padres, entre otros, de Gerónimo de Herrera.
El acápite III se inicia con el matrimonio del recién nombrado Gerónimo y de doña Inés Carrizo. Aquí debemos señalar una confusión en la línea genealógica que viene desarrollando Larrouy.
Si bien es cierto que Martín García de Herrera y doña Juana Carrizo tuvieron un hijo llamado Gerónimo, nuestro sacerdote lo confundió con su primo hermano homónimo, quien sí había casado con doña Inés Carrizo. Este último Gerónimo era hijo del maestre de campo Gerónimo de Herrera (hermano de Martín García de Herrera) y nieto del primer Gerónimo, el fundador del linaje.
Tenemos entonces dos primos hermanos que reproducen el nombre de su abuelo Gerónimo de Herrera. Esta situación determinó, sin duda, la confusión del padre Larrouy.
Volvamos ahora a Gerónimo de Herrera, casado con doña Inés Carrizo. Ellos fueron los padres de don Andrés de Herrera, que nuestro historiador trata en el acápite IV.
Menciona los tres matrimonios de don Andrés, siendo su última esposa doña Francisca de Barros. Dice que no conoce el nombre de los padres de esta señora, pero no duda en afirmar que pertenecía “a la ya muy larga y muy distinguida familia Barros Sarmiento, cuyos fundadores fueron (…) Nicolás de Barros Sarmiento, riojano, y doña María de Nieva y Castilla, catamarqueña”.
Nuestras investigaciones nos permiten confirmar que doña Francisca de Barros pertenecía al linaje que señala Larrouy. Era nieta del mencionado Nicolás de Barros Sarmiento, que participó en la fundación de San Fernando de Catamarca en 1683, pero la esposa de este último no era la que señala el sacerdote, doña María de Nieva y Castilla sino doña María de la Vega y Castro. Seguramente el padre Larrouy confundió el casamiento de un hijo de Nicolás de Barros Sarmiento, que se llamaba Pedro, quien sí casó con una señora llamada María de Nieva y Castilla.
En el acápite V se refiere a un hijo de los Herrera y Barros, llamado igual que su padre, Andrés. Y también al igual que su padre, contrajo matrimonio en tres oportunidades. La última fue en 1807 con doña Alejandra de Segura.
En el acápite VI se refiere a don Próspero Andrés, hijo del matrimonio anterior, y menciona sus dos casamientos. El segundo fue con Azucena González, hija de Gregorio González, que murió degollado en Piedra Blanca en tiempos de Rosas, y de Petrona Boter, una de las nietas de Sebastián Díaz de Peña, titular del mayorazgo de Huasán.
Agrega el historiador que, de la ceremonia de casamiento de Gregorio González con Petrona Boter, fueron padrinos un tío de la novia, Miguel Díaz de Peña, que fue gobernador de Catamarca, y Salomé González, hermana del novio, esposa del gobernador de Catamarca Nicolás de Avellaneda y Tula.
Nosotros agregamos que doña Salomé fue, a su vez, madre de Marco Avellaneda, gobernador de Tucumán, y abuela del doctor Nicolás Avellaneda, presidente de la Nación.
En el último acápite, el VII, el historiador francés informa del bautismo de un hijo de Próspero Andrés de Herrera y de doña Azucena González. Esa ceremonia se efectuó en la Iglesia Matriz el 5 de julio de 1856, “a los siete días de nacido” y el niño recibió los nombres de Benigno Marcial, “pero es más conocido, y muy meritoriamente conocido”, enfatiza Larrouy, bajo su nombre de Confirmación, Julio Herrera, a quien dedica esta investigación.

Palabras finales

Quienes cultivamos los estudios genealógicos en Catamarca tenemos en el sacerdote-historiador a uno de sus precursores en nuestra tierra. Resulta altamente destacable el hecho de que a principios del siglo XX un investigador de su talla se dedicara al estudio de la Genealogía, ciencia que, en su momento, fue denominada como “auxiliar” de la Historia.
El estudio genealógico que hemos comentado constituye un aporte de destacada significación por cuanto permite avanzar en la construcción del conocimiento de la historia de esta familia. Rectifica varias aseveraciones que, una década antes, Manuel Soria había publicado en la primera genealogía que se conoce de los Herrera.
Recuperando los comentarios iniciales con respecto al desconocimiento de este folleto, consideramos que gran parte de la producción del padre Antonio Larrouy, dispersa en periódicos y revistas especializadas de todo el país, debería ser reeditada, en homenaje de gratitud a su memoria y para beneficio de la historia catamarqueña en particular, y de la argentina en general.

Notas

* Magíster en Historia Regional Argentina. Licenciado en Historia. Profesor Adjunto en las cátedras “Historia de Catamarca” e “Historia del Noroeste Argentino” (Departamento Historia – Facultad de Humanidades – UNCa.). Presidente del Centro de Estudios Genealógicos y Heráldicos de Catamarca. El presente artículo ha sido publicado en Logos. Revista de la Cátedra Padre Antonio Larrouy, Departamento Historia, Facultad de Humanidades, UNCa, Segunda Época, Año I, Nº 1, 2009.
(1) En la portada figuran los siguientes datos: La familia Herrera de Catamarca/Al Doctor Julio Herrera/Por el/Padre A. Larrouy/Miembro de la Junta de Historia/y Numismática Americana/Talleres: Placente y Dupuy.
(2) El doctor Hilario Muruzábal Herrera es sobrino tataranieto del doctor Julio Herrera, al descender por línea materna de don Próspero Cirilo Herrera, hermano mayor de Julio. Esta relación parental explicaría la existencia de un ejemplar en la biblioteca familiar del primero de los mencionados.
(3) Comunicación personal al autor (2002).
(4) SANTUARIO DE NUESTRA SEÑORA DEL VALLE. Documentos relativos a Nuestra Señora del Valle y a Catamarca recopilados por el P. A. Larrouy, Tomo Primero, 1591-1764, Buenos Aires, Compañía Sud-Americana de Billetes de Banco, 1915, pp. 26-27.


Bibliografía

GERSHANI OVIEDO, Marcelo
2000. "Genealogía de la familia Herrera y Cartagena: aportes para una caracterización de la elite colonial catamarqueña", Boletín del Instituto Argentino de Ciencias Genealógicas, Tomo 21, N° 215, Buenos Aires

2002a. Una familia de la sociedad colonial catamarqueña. Los Herrera y Cartagena. Siglos XVI a XVIII. Departamento Historia. Facultad de Humanidades. Universidad Nacional de Catamarca (inédito)

2002b. De la Catamarca colonial a la independiente. Los Herrera. Siglo XIX. Departamento Historia. Facultad de Humanidades. Universidad Nacional de Catamarca (inédito)

2003. Redes familiares en Catamarca a fines del siglo XIX. Los Herrera y la distribución del poder (1894 - 1899) (inédito)

LARROUY, A(ntonio)
1916. La familia Herrera de Catamarca, Talleres Placente y Dupuy, (Azul).

PÉREZ FUENTES, Gerardo.
1991. El historiador P. Antonio Larrouy (1873-1935), Catamarca, Edición del autor.

REYNOSO, Nicolás.
s.f. Antigua Catamarca. Don Alberto Espeche el coleccionista, Catamarca, Editorial Sarquís.

SANTUARIO DE NUESTRA SEÑORA DEL VALLE.
1915. Documentos relativos a Nuestra Señora del Valle y a Catamarca recopilados por el P. A. Larrouy, Tomo Primero, 1591-1764, Buenos Aires, Compañía Sud-Americana de Billetes de Banco.

SORIA, Manuel.
1906. Familias Vallistas. Genealogías y crónicas catamarqueñas, Catamarca, Talleres Tipográficos de La Ley, 1906.

TORRE REVELLO, José.
1935 (abril-diciembre). “Bio-bibliografía del P. Antonio Larrouy”, Boletín del Instituto de Investigaciones Históricas”, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Buenos Aires, Buenos Aires, años XIII y XIX, tomo XIX.

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