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viernes, 19 de febrero de 2010

UNA CASA HISTÓRICA EN EL PUEBLO DE CACHI



UNA CASA HISTÓRICA EN EL PUEBLO DE CACHI


Rodolfo Leandro Plaza Navamuel*

Los salteños tenemos un enorme patrimonio histórico. A pesar de ser conscientes de ello, muchas veces no lo sabemos valorar. Existen en la ciudad capital como en cada uno de los departamentos de la provincia, un sin fin de auténticos monumentos que están en franco proceso de deterioro, otros, en hora buena, se hallan en vías de restauración. Sabemos que recuperar ciertos edificios significa una importante inversión, pero no debemos olvidar que abandonarlos o demolerlos da lugar a una pérdida inexorable a nuestro país que atesora una riquísima historia en su interior.
No hace mucho, me pidieron información respecto a la casa que actualmente se conoce como Casa Tedín, pero cuyos terrenos y original edificio en lejanos tiempos fue de ilustres hombres y mujeres, que tuvieron una importante participación en la historia de la Provincia de Salta.
Según consta en el archivo y en la tradición de mi familia paterna como materna, ambas descendientes de antiguos vecinos del Valle de Calchaquí, y cuyas informaciones al día de hoy se conservan en archivo particular, puedo afirmar que la casa esquina frente a la plaza del pueblo de Cachi, tiene el privilegio de guardar en sus muros, en sus pisos y en sus techos, un profundo pasado y la herencia más pura de nuestra raigambre salteña, aunque diría casi desconocida por sus actuales moradores, como por los pobladores del Valle y comprovincianos en general.
A fines de la década de 1820, el guerrero de la Independencia don José Remigio de Lea y Plaza ya había hecho construir su casa frente a la plaza del pueblo de Cachi, en terrenos que le había cedido doña Valeriana de Frías, esposa del vizcaíno don José de Aramburú, solar que habitó hasta su muerte ocurrida en la noche del 17 de diciembre de 1863. El matrimonio de Aramburú y Frías y sus descendientes fueron los dueños de la Hacienda de Cachi, es decir, de lo que es Cachi y donde se emplaza el actual pueblo. A principios del siglo XIX, comenzó a poblarse la mencionada hacienda, gracias a que sus dueños cedieron parcelas a algunos allegados, familiares y amigos. Los herederos e hijos del matrimonio, fueron: 1. don Felipe José de Aramburú y de Frías, casado en 1828 con doña María Irene de la Quintana; 2. doña Apolinaria Liboria de Aramburú y de Frías, casada con don León Francisco de Urteaga, y 3. doña María del Carmen de Aramburú y de Frías, casada con don Juan Marcos Salomé Zorrilla. Es oportuno mencionar que don Felipe José de Aramburú y de Frías, fue padrino de bautismo en 1850 de Wenceslao Plaza, o sea que era compadre del padre de éste, don José Remigio de Lea y Plaza, el dueño de la casa en cuestión.
Cachi, donde habitaban los indios diaguitas, fue asignada en calidad de encomienda a doña Margarita de Chávez a finales del siglo XVII. En 1719 perteneció a don Pascual de Elizondo y más tarde a los Aramburú. Se sabe que la Hacienda de Cachi permaneció como tal hasta bien entrado el 1900 y era un poblado muy reducido. El gobierno provincial a mediados del siglo XX con políticas de expropiación y parcelado, dio lugar a la formación del actual pueblo, hoy cabecera del Departamento del mismo nombre. Hasta hace pocos años se veía una única tumba en la Iglesia Parroquial, que guardaba los restos de doña Apolinaria Liboria de Aramburú y de Frías, hija de doña Valeriana y de don José, y en cuya lápida tenía la siguiente inscripción: “Momento de dolor consagrado a la tierna memoria de Da. Liboria Aramburú que falleció el 22 de Diciembre de 1835, lo dedica su inconsolable esposo Dn. León Francisco de Urteaga”. Sin embargo, esta lápida que custodiaba el recuerdo de una historia tan significativa, fue desalojada de su lugar, en una muestra más, hoy tan frecuente, de desaprensión para con los benefactores del templo, de la iglesia y los fundadores del pueblo de Cachi. ¿Qué será de los restos de doña Liboria?
Cabe recordar que doña Valeriana de Frías, al igual que sus hermanos los capitanes y destacados patriotas del Valle, don Tomás y don Nicolás de Frías y Aramburú, a pesar de sus vinculaciones genealógicas con la familia realista de Aramburú, adhirió fuertemente a la causa de la Independencia Americana, colaborando con su dinero y hacienda. Podemos citar que existe una conocida carta del Tte. coronel don Gaspar López (de Vera) al general Martín Miguel de Güemes, fechada en Payogasta el 7 de noviembre de 1820, comunicándole que “doña Valeriana de Frías y don José María Plaza, donaron para el ejército veintiocho reses”.


Reiteramos entonces, que la casa esquina, fue construida en terrenos de la antigua Hacienda de Cachi, por el hacendado, vitivinicultor, insigne patriota, guerrero de la Independencia y comandante de las “Milicias Provinciales de Cachi”, del “Batallón de Infantería de Granaderos Unitarios”, y de las Fuerzas Revolucionarias de Caballería Unitaria, Tte. Cnel. D. José Remigio de Lea y Plaza (1796-1863). Pasaron los años y este inmueble recayó en manos de otros propietarios. Actualmente, según me informan pertenece a los descendientes de la familia Tedín y por eso es conocida como la casa de Tedín. No podemos cerrar esta referencia sin hacer mención que el general Güemes, tuvo en su gobierno como Secretario, al coronel don Toribio Tedín, otro de los olvidados próceres de nuestra provincia.
El teniente coronel don José Remigio de Lea y Plaza nació en la estancia que había pertenecido a sus abuelos paternos, como posteriormente a su padre y que una parte, él también heredó y trabajó, en San José de Caracha (San José de Cachi) del Valle de Calchaquí, el 1º de octubre de 1796, incorporándose al Ejército en 1811, es decir, a los 15 años de edad. Se integró a las fuerzas que crearon en el Valle Calchaquí algunos de sus familiares, las que eran mandadas por su primo hermano y cuñado, el coronel don Luis Borja Díaz de Lea y Plaza, de sobresaliente actuación en la Guerra de la Independencia.
Intervino en 1813 en la gloriosa Batalla de Salta, y después en diversas operaciones de los escuadrones patriotas, algunas triunfantes y otras que acabaron en derrota, pero en las que no dejaba de ponderarse la entrega y coraje de Plaza. Don José Remigio de Lea y Plaza ya había excluido la primera parte de su apellido (de Lea), simplificándolo en Plaza, como un modo de identificación con la causa de Mayo.
Encontrándose en estas riesgosas maniobras en distintos parajes de la Quebrada de Humahuaca, junto al coronel don José Francisco “Pachi” Gorriti, se batió valerosamente en Yavi, pero la avanzada enemiga terminó por imponerse en el trance, siendo apresado y trasladado por los realistas a una cárcel de Potosí, debiendo someterse en ese aprieto a una travesía sumamente cruenta.


Al cabo de varios meses, después de trágicos sucesos registrados en las inmediaciones de su encierro y tras ser sometido a un consejo de guerra para su casi segura ejecución, pudo escaparse. Huyó al amanecer hacia un cerro de las proximidades, refugiándose en el interior de una mina con la intención de esperar hasta la noche siguiente para continuar la fuga, pero, según sus declaraciones, expuestas por orden del teniente coronel Gregorio Aráoz de Lamadrid ante oficiales de la División de Vanguardia del Ejército Auxiliar que éste comandaba, en el interior del socavón fue sorprendido por un cholo, aparentemente cuidador de la mina y temiendo que vaya a delatarlo ya que en aquel momento aún llevaba puestas las cadenas de la prisión, no tuvo otra alternativa que quitarle la vida. Declaró asimismo que semanas antes de su fuga, unos cuarenta y tantos prisioneros de los de Yavi fueron degollados en la plaza cercana al lugar de su detención el Día de Reyes, junto a tres mujeres patriotas. Informó de otros hechos gravísimos ocurridos en Potosí con anterioridad a ese episodio e indicó que él y sus compañeros de presidio habían sido víctimas del peor trato por parte del enemigo. Dio una detallada explicación de todas las peripecias que debió sortear en su difícil camino de regreso, en el que no faltó el encuentro con comunidades aborígenes poco amistosas y a las cuales, no obstante, consiguió aplacar, hasta llegar sin otro inconveniente a su regimiento de los Valles, lo que alcanzó –indica la historiadora Cadena de Hessling- merced a su dominio de los idiomas quechua y aymara, que aprendió cuando niño en el trato con los peones de la estancia de su padre.
Estas declaraciones fueron tema de una carta de Belgrano a Güemes, fechada en Tucumán en abril de 1817, en la que luego de referirse a la huida de prisión del oficial José Remigio Plaza entre el 6 y 7 de marzo, el general Belgrano menciona en su misiva a los cuarenta prisioneros de Yavi degollados en la plaza el Día de Reyes, como así a cuatro mujeres patriotas y a los espaciados fusilamientos de más de mil prisioneros en el trayecto desde Yavi a Potosí, a donde solo llegarían poco más de doscientos. Esto, con la orden para que no llegase a Santiago ningún oficial vivo, agrega seguidamente que eso me confirma en mi opinión que son unos inicuos y me conservará en ella aunque les viese hacer milagros (...) Aseguro a usted que calificados aquellos hechos, al primero que ahorco si lo pillo, es al general, en alusión al jefe realista en el Alto Perú José de la Serna, prevenido por Belgrano, según se ha visto, de que actuaría a la recíproca conforme sean sus actos de barbarie. Don Remigio tenía entonces 21 años de edad. A su regreso participó activamente de diversas acciones de hostigamiento a invasiones realistas que amenazaban la provincia de Salta, y en 1820 don Martín Miguel de Güemes le confirió los despachos de capitán graduado atendiendo a los laudables méritos y distinguidos servicios del teniente don Remigio Plaza.


Fue incorporado al Batallón de Infantería formado por el coronel José María Paz, que marchó a la guerra contra Brasil en 1827. Posteriormente se alistó en las filas unitarias, junto a su hermano el coronel don Manuel Ubaldo Plaza. En uno de los encuentros con fuerzas federales recibió heridas de gravedad, que lo obligaron en 1829 a pedir licencia del Ejército. Pero en 1834 otra vez lo vemos en avanzadas militares como teniente coronel y comandante de las Fuerzas Revolucionarias de la Caballería Unitaria. Sus fuertes convicciones lo llevaron a sufrir nuevas persecuciones y exilios. Falleció en 1863, a los 67 años, dedicado en los últimos tiempos a tareas rurales en su propiedad de San José de Cachi. Estuvo casado primero con doña con Dorotea Mendía y Baisa (o Baeza); viudo, contrajo nupcias con doña Trinidad Gallardo y Olmos, y viudo de su segunda esposa, se casó en terceras nupcias con doña Trinidad Arias de Navamuel.






* Vicepresidente y director de publicaciones del Centro de Investigaciones Genealógicas de Salta y del Instituto Güemesiano de Salta. Miembro del Instituto San Felipe y Santiago de Estudios Históricos de Salta.




Este trabajo pertenece al Boletín Nº 48 del Instituto San Felipe y Santiago de Estudios Históricos de Salta, en Homenaje al Bicentenario de la Revolución de Mayo. Salta, 2009.
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